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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Paco Candel y la Medalla d'Or

- En construcción. Palau de la Generalitat. Saló de Sant Jordi. Descripción. Es un salón de diputación de provincias, decorado como la Diputación de Zamora, a golpe de frescos del siglo XIX que reproducen las mejores jugadas de la provincia. El llenapistas es la llegada de Colón a Barcelona, en el trance de enseñar a los Reyes Católicos la primera formación de los tres suramericanos. Presidiendo el salón está la Mare de Déu de Montserrat apareciéndose a sus usuarios. Como un pegote, en medio, un retrato del jefe del Estado de turno. Debajo de él, una estatua de Sant Jordi en el Día de la Bestia. Frente a Sant Jordi, Jordi Pujol, presidiendo a su vez la mesa de la cosa que he venido a cubrir. Uno observa esta construcción remotamente medieval, remotamente decimonónica, hecha a pegotes, y comprende que este país está hecho a trozos. A veces inconexos. Hoy, de hecho, hemos venido por aquí a ver como Jordi Pujol entrega la Medalla d'Or de la Generalitat a Francesc Candel, una pieza fundamental de este edificio construido a piezas que es Cataluña, y que el Saló de Sant Jordi representa. Los edificios sociales son también sus medalleros. La Medalla d'Or es como la Creu de Sant Jordi, pero más. A golpes de medalla de oro se construye el olimpo social local. El olimpo social local, por tanto, está construido por -leo el medallero concedido desde 1978- formas de vida inteligente tan distintas y distantes como Joan Miró, Pau Casals, Josep Pla, Salvador Dalí, Montserrat Caballé, la Abadía de Montserrat y Joan Antoni Samaranch. Es como una Legión de Honor, con algún fragmento más legionario que honorífico.

El presidente de la Generalitat reconoce que la inmigración que presenta Candel en su obra, "no s'explica amb estadístiques"

- El medallero. Público a gogó. Mucha señora que siempre te la encuentras en cualquier acto de la Gene, de la calle de Canuda y de la Assemblea de Compromisaris. Escritores en activo y en pasivo, editores, políticos en activo -Carod Rovira, Felip Puig- y desactivados, de cuando Luís Aguilé -Benet, el hombre que pudo reinar, Cañellas, López Raimundo, el Guti, Jordi Carbonell, quien precisamente en la Diada de Sant Boi, el Woodstock de la transición, citó en su discurso en nombre de la Assemblea de Catalunya el concepto altres catalans de Candel. Hace un calor que funde la sesera. Las señoras hacen servir el programa del acto para ventolearse la cara. Los señores empiezan a poner cara de indio siboney ante Fernando e Isabel. En eso, empieza el acto.

- El acto. El editor Pere Baltà inicia una semblanza de Paco Candel con la imagen de Candel y unos amigotes de Candel quemando unos libros en la ladera de Montjuïc, el 26 de enero de 1939, antes de que les pillaran los trolls, que ya entraban por la Diagonal a toda leche. Finaliza explicando que el niño que quemó esos libros luego fue y salvó la memoria de un sitio -esa ladera de Montjuïc- y de un país. Carles Duarte, secretario general de la Presidencia, lee el decreto 179 / 2003, por el que le dan el medallón a Candel. Pujol entrega la medalla. Aplausos a gogó. Primero en modalidad sentados. Luego de pie, más difícil todavía. Toma la palabra Candel, quien, condensando la opinión colectiva imperante en este solemne auditorio, exclama: "Amb aquest equip de só no m'he enterat de res del que heu dit". En este edificio hecho a trozos, el equipo de megafonía corresponde, en efecto, a un trozo de cuando el cáñamo. Igual no pasa una ITV desde la última liga del Barça. Un equipo de sonido que no suena, igual es una metáfora de que en este sitio está todo dicho. Bueno. Candel prosigue con su discurso: "I vosaltres", señala a Pujol y a la mesa presidencial, "tampoc". Pujol: "Doncs no". Posteriormente va más lejos y explica que no hay discurso -en charnego power explica: "He arribat a quotes extremes de vagància". Así que se remite a un discurso o un artículo -la megafonía no lo deja claro, justo en ese momento parecía que, entre los ecos manguis del sonido, la Mare de Déu que preside el salón me dijera: "Martínez, sobre estas piedras me edificarás un santuario"- de cuando le dieron la medalla de Sant Jordi. Gracias a ese papel, el auditorio descubre lo que pensaba Candel en el trance de recibir la medalla de Sant Jordi y en el trance de recibir la Medalla d'Or. "Pensava: no t'entrebanquis, nano". En la concesión de la medalla de Sant Jordi, por cierto, explica que también estaba un trozo del edificio hoy desaparecido, llamado Prenafeta. "Barral va ser el primer en sortir a rebre la medalla. Va donar la mà a tothom, menys a Prenafeta. I ningú no li donava. Quan vaig sortir jo, li vaig donar. I després, tothom". Acaba el remake de su discurso a la medalla de Sant Jordi con agradecimientos a jordipujol -lo dice así, todo junto, que es como se decía en mi casa-, "que és qui deu haver dit que em donin una medalla", y a compañeros de la política, "un pop del que em vaig escapar far temps".

- Pujol se manifiesta. Toma la palabra Pujol. Sorprendentemente, el equipo de sonido pita cuando habla Pujol. Explica que está muy contento, que está tarde la ha empleado a prepararse el discurso, que ha pedido que le llevaran al despacho todos los libros de Candel que hay en la Gene. Y que se los han llevado todos menos uno, Els altres catalans, que no lo tienen. Explica que Cataluña le debe mucho a ese trozo denominado Candel. Explica y hace saber su percepción del fenómeno de la inmigración, por el cual Pujol se interesó muy prontamente. Ahí está su La immigració. Problema i esperança de Catalunya, un libro extrañamente emparentado en su banda sonora con el libro de Candel, a mi juicio. En un momento dado, formula así los valores de Candel. "Això", es decir, la inmigración que presenta Candel en su obra, "no s'explica amb estadístiques". Es decir, la literatura para un político es aquello que confirma las estadísticas, ese otro pulpo. Socorro.

- Una historia no estadística. Pillo un taxi y me voy arreando a la redacción a escribir esto a toda milk. Por el camino rememoro la primera vez que le di la mano a Candel. Tenía 12 tacos. Mi padre nos llevó a un mitin de Candel y de Benet en mi pueblo. No cabíamos. Estábamos todos los del cole y nuestros padres. Papá me presentó a Benet: "Te presento al futuro presidente de la Generalitat", y a Candel, ese pollo que hablaba un catalán mangui parecido al mío, y del que en casa había la tira de libros editados por Plaza & Janés. "Nosaltres també som altres catalans", dijo mi padre ilusionado, con los ojos brillantes y con la boca llena de dientes, como a veces hacía. Yo entonces no lo sabía, pero mi padre y los papás de los compis de clase, con esos palabros -altres catalans- estaban entrando a formar parte de un edificio. Un país, que diría Pujol. Una sociedad, que hubieran dicho, supongo, Benet o Candel. "Hombre, com tothom", dijo Candel. Luego hablaron de Donde la ciudad cambia de nombre. "Ja ningú parla de llibres amb mi, només de política". Después supongo que mi papá nos llevó al Frankfurt Paco, el Rey del Frankfurt. Para llegar allá teníamos que atravesar un río. Cuando hacía campana del cole, nos íbamos a cazar ratas a ese río pestilente y sin nombre. Hace un par de semanas he vuelto a ver ese río. Ese trozo de río ha desaparecido, en su lugar hay un río más o menos limpio, un río de personas orgullosas. Con o sin medalla.

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Paco Candel, fotografiado ayer en su casa de la Zona Franca.
Paco Candel, fotografiado ayer en su casa de la Zona Franca.MARCEL.LÍ SÀENZ

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