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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Rafael Amargo despliega su baile de raza

La originalidad y la imaginación brillaron en la presentación en Madrid de su versión de 'El amor brujo'.

La noche del miércoles, el teatro Albéniz de Madrid era un hervidero de espectadores para ver El amor brujo, que Rafael Amargo presentaba en la capital. El programa, bien construido, consta de dos partes diferenciadas que forman un todo. En la primera, titulada Dans nouveau, se bailan tres coreografías de Rafael Amargo, con música de Maurice Ravel, Eric Satie y Enrique Granados, contemporáneos de Manuel de Falla, del que al final se bailará El amor

brujo.

Auténtico y valiente, Amargo se atreve con un programa difícil de crear sin dejarse llevar por los tópicos. Ha contado con la colaboración de Roger Salas, en la escenografía y vestuario, que ha ideado unos elegantes y sobrios diseños para la primera parte del montaje, y una espectacular escenografía y modernos trajes para la segunda; y con orquesta en directo, dirigida por la mezzosoprano Edith Salazar, todo un lujo para un espectáculo de danza.

En la primera parte, la compañía de Rafael Amargo bailó con elegancia, con un gesto contemporáneo estilizado al máximo y teñido de alguna pincelada de danza española, pero no hubo ni una palma, ni un zapateado, sus pies estaban desnudos.

Fue en la segunda parte cuando el baile de raza que caracteriza a estos intérpretes se desplegó con todo su poderío. El amor brujo de Amargo se basa en la pieza que Manuel de Falla escribió en 1915 para Pastora Imperio, con libreto del matrimonio de Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga y que tituló Gitanería en un acto y dos

cuadros. Esta versión que se estrenó en el teatro Lara de Madrid no volvió a hacerse en su concepción original.

La apuesta de Amargo ha sido por esta primera versión, en la que las gitanas recitan y se centra más en las referencias esotéricas, cabalísticas y mágicas. La venganza y la pasión palpitan en escena. Citar los mejores momentos de este espectáculo es difícil: la moderna y espectacular escenografía contrasta con la autenticidad del baile. Una de las secuencias más hipnóticas es cuando tras el tenue talón dibujado por las cartas del tarot y la lectura de manos los hombres bailan en grupo; espléndido Amargo con ese histriónico zapateado teñido de seductora timidez que le convierte en un galán irresistible. El candor y juventud de Olga Pericet con un bellísimo braceo logra una simbiosis perfecta en brazos de Amargo. Maite Maya, María Carmona, Sara Campos y María La Conejera

logran envolver al público en un mágico sortilegio gitano. Lo sorprendente es que no se pierde el sabor de raza a pesar de la vanguardista escenografía y vestuario.

En la versión de Amargo la danza del fuego bailada en grupo imprime fuerza a la obra, los hombres vestidos con cadenas y casquetes sadomasoquistas puede convertirlo en un montaje polémico para mentes más conservadoras, pero sin duda la originalidad y la imaginación brillaron. Al final, hubo unanimidad entre el público, que puesto en pie aplaudió a rabiar.

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