Basura y educación cívica

Aunque comparto casi todo lo que dice en su carta Dolores F. Galdón sobre las responsabilidades del alcalde en el deterioro de la zona centro, lamento tener que señalar que no es sólo el señor alcalde el que tiene la culpa, aunque quizás sí esté en su mano modificar la situación.

No tengo más remedio que denunciar la tremenda desidia y mala educación imperante, al menos en mi barrio, que son cuatro calles comprendidas entre las de Toledo, la plaza de la Cebada y la carrera de San Francisco.

Quiero señalar que, pese a la gran densidad de población inmigrante en la zona, los comportamientos que voy a reseñar forman parte de las costumbres de la población autóctona. Son anécdotas relacionadas con las basuras.

La primera, que no es raro ver cómo se utilizan los contenedores de las obras para depositar a cualquier hora las bolsas de basura. Si no hay ninguno a mano, algunas personas no tienen inconveniente en dejarlas en el mismísimo suelo, junto a la rueda de un coche, a cualquier hora del día.

Otros se olvidan de sacar la bolsa por la noche y depositarla en el cubo de su propia comunidad de vecinos. Éstos no tienen inconveniente en dejarla por la mañana en el contenedor de cualquier otra comunidad. De tal manera que, si un contenedor de basuras permanece en la calle más allá de las nueve de la mañana, es fácil que al volver a su portal contenga más basuras que las que tenía la noche anterior cuando lo sacaron a la calle. Hay gente que tiene la costumbre de sacar habitualmente la basura por la mañana, según se va al trabajo; parece que por la noche les da pereza. Así las cosas, algunas comunidades optan por dejar el cubo en la calle todo el día, por lo que no es raro encontrarse por la calle a cualquier hora estos cubos de vecindad rebosantes de basura. Y da bastante rabia salir a la calle por la mañana a recoger el cubo supuestamente vacío y encontrárselo lleno.

También es habitual encontrarse las bolsas de basura depositadas en el suelo junto a los contenedores para el reciclaje de papel, envases o vidrio. A veces se mete allí dentro la bolsa completa con todo su contenido. Lo que más me ha llamado la atención fue ver un día a una señora tirar la bolsa en una zanja o socavón que durante varios meses ha permanecido abierto en la esquina entre las calles de Calatrava y Toledo (parece que abierto por una compañía eléctrica para una reparación). Esto sucedía en plena canícula a las tres de la tarde. Yo venía de la panadería que está enfrente y pude comprobar que estaba convertida en vertedero, con el peligro para la salud que esto supone en pleno verano. Y sólo dos días más tarde pude apreciar cómo otra vecina, ya mayor, se ejercitaba desde un segundo piso intentando acertarle al contenedor de una obra situado en la calle bajo su balcón. No lo logró, y la bolsa se estampó contra el suelo de la acera, quedando desparramadas las mondas de patata y otros restos de comida.

Así las cosas, el Ayuntamiento, ciertamente, tiene trabajo por hacer, pero el principal es educar al personal. Evidentemente, son comportamientos muy llamativos y probablemente sólo correspondan a una minoría; pero son comportamientos contagiosos y es una minoría bastante significativa. Y, en la parte que corresponde al Ayuntamiento, conviene señalar también que la frecuencia con que se retiran los contenedores de papel, cristal y envases es de todo punto insuficiente: no es raro encontrárselos llenos, sobre todo el de papel y cartón. Lo que no cabe, la gente lo deja en el suelo junto a la acera o sobre la propia acera. La propaganda sobre el reciclaje y la separación de las basuras es muy bonita sobre el papel (cuché), pero por aquí nunca se han llegado a repartir los famosos contenedores amarillos. No sé si se debe a que no cabe el camión por las calles estrechas. Curiosamente, lo que sí nos ha llegado es la citada propaganda.