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Reportaje:VIVIR MEJOR

La comuna urbana

Prolifera una nueva arquitectura para facilitar las relaciones sociales y ofrecer servicios a los vecinos

Ana Pantaleoni

Las primeras fiestas infantiles de Marta Rodríguez, vecina del Walden, no contaron con todos los invitados. Algunos padres se negaron a que sus hijos visitaran aquel extraño experimento social en Sant Just Desvern. Podría resultar peligroso. A Marta le daba igual. El Walden se transformó en el mejor sitio para jugar al escondite. Desde entonces ha llevado consigo el espíritu del edificio, un conjunto de más de 400 viviendas construido en 1974 por Ricardo Bofill.

El Walden nació como un gran laberinto vertical, pensado para que la gente viviera en comunidad. Marta, hoy delineante, explica que los patios, los espacios comunes y las tiendas de la planta baja fueron pensados para convertir el Walden en una obra de arquitectura social. "El edificio y yo tenemos la misma edad". Marta se convirtió en inquilina del Walden 7 cuando era una niña. Llegó con cuatro años. "Es un espacio abierto; la placita que preside el edificio ha sido siempre un punto de reunión. En los pasillos hay espacios en forma de semicírculos que en otra época eran lugar de encuentro". Marta dice que en el Walden ha hecho amigos, no sólo vecinos. En el llamado proyecto de Ciudad en el Espacio ha vivido más de 20 años. "Nunca me he sentido sola del todo. Sobre todo, es un edificio muy creativo para los niños y para aprender a convivir". Incluso cuando empezaron a desprenderse las primeras losetas de la fachada. No resultó traumático: "Era más un problema de imagen", argumenta. En 1995 terminaron las obras de rehabilitación de la fachada. Marta sigue hablando del Walden con pasión, aunque considera que "el espíritu vecinal de entonces se ha perdido".

En todas las grandes ciudades del mundo existen espacios arquitectónicos pensados para que sus habitantes convivan y compartan una serie de servicios comunes. Es el caso de un edificio nuevo en el Eixample de Barcelona, un total de 50 viviendas de alquiler en la calle de Pau Claris. "No estamos acostumbrados a tener espacios comunes. Nosotros pensamos este edificio como un lugar donde la gente no sólo viviera, sino que también conviviera", explica Teresa Batlle, arquitecta del despacho Pich-Aguilera, responsable del proyecto. La cubierta del edificio se ha transformado en el núcleo del ocio, con un almacén de agua de lluvia que aísla del calor todos los áticos y humidifica las plantas de la terraza. Allí arriba, con el viento y la vista, se está muy bien. Junto al depósito de recogida del agua de lluvia, una espléndida zona común y muy verde: solárium, gimnasio, piscina, pérgola y muchas plantas. Batlle explica que el agua caliente sanitaria funciona con placas solares; "para que sean rentables tienen que ser comunitarias". Esta arquitecta es una firme defensora de aprovechar las cubiertas de los edificios como espacios verdes con agua y vegetación: "Una forma de descontaminación de la ciudad".

Emilio tiene 88 años y vive desde hace tres en un pequeño mundo abierto en junio de 2000 en Sant Cugat del Vallès. Vive en Las Lunas Club & Casa, una urbanización con más de 70 viviendas que tienen servicios comunes. "Aquí me siento muy bien atendido. El servicio de enfermería y recepción es fantástico". Emilio también aprovecha su tiempo en la sala de juegos o en la de cine, donde se estrena un DVD todas las semanas. En Las Lunas todo está pensado para resolver las necesidades de sus inquilinos. Además de su propia vivienda, disponen de microbús con chófer, servicio de recepción, gimnasio, oratorio, una sala con ordenadores, servicio de atención sanitaria durante las 24 horas del día, servicio de limpieza y lavandería, restaurante privado, una obra de teatro o un concierto cada primer martes de mes y piscina, entre otros servicios. Obviamente, los gastos de comunidad son más elevados que en las viviendas normales.

"Cada persona vive en su apartamento y si quiere compañía, la tiene. No le hace falta pensar ni en la comida ni en la limpieza. Hay niños y personas mayores. El nivel de los clientes es medio alto. En Francia y Estados Unidos este tipo de edificios funcionan desde hace años", explica Mercedes Rovira, responsable de Las Lunas de Sant Cugat, de la empresa Alternativa Servicios Residenciales.

Los apartamentos de lujo con servicios nacieron en la ciudad de Barcelona hace una década. Lugares donde se paga una mensualidad por tener una serie de ventajas de las que no disponen el resto de los hogares. Las Arcadias, de la compañía Layetana, es un ejemplo. "Son apartamentos con servicios concebidos para gente mayor. La independencia es total. Los gastos comunitarios son altos porque hay una nómina de 30 personas, pero aquí tienes todos los servicios", explica Albert Jubierre, vicepresidente de la comunidad de propietarios de Las Arcadias Fleming. Con costes más o menos elevados, existen opciones para combatir uno de los males de las sociedades desarrolladas: la soledad. Las comunas no desaparecen. Se transforman.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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