La atención que se presta a los ancianos
Que la población envejece es una realidad que no escapa a la percepción de nadie. De la misma manera, según va aumentando la esperanza de vida se demandan más y más atenciones, y esa atención cada vez resulta más compleja, ha de ser más completa y, fruto de ello, demanda más dotaciones presupuestarias que no limiten las posibilidades de su uso a quienes no tienen, a quienes no cuentan con los recursos necesarios.
Dentro de los trabajos que se desarrollan en los veranos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), se ha estudiado la carencia que supone dedicar el 0,6 % del Producto Interior Bruto para hacer frente a las necesidades que demandan cada vez más ancianos.
Se ha pensado, y hay que decir que ello es del todo acertado, en aumentar la carga impositiva a la población activa con el fin de nutrir a los servicios necesarios de un potencial económico que sólo a ese fin podría dedicarse.
Tratándose de un impuesto especifico de carácter universal y obligatorio, aportaría más capacidad de operación a la Administración en el campo de la atención a nuestros mayores, que a la postre seremos nosotros. Sobre todo, hay que destacar la importancia que tiene para nuestros gobernantes la necesidad de que la atención a los mayores, a los ancianos, no pase por criba alguna que mida lo aportado para ser o no merecedor de estas ayudas.
Es triste ver cómo en estos días que corren, antes de conseguir una de las poquísimas plazas en una residencia donde un anciano pueda ser adecuadamente atendido ha de superar un examen sobre sus fondos y recursos, que de no ser los adecuados no podrá optar a una de las plazas, ni por la vía del concierto con entidades privadas.
En las residencias de ancianos, como si de un colegio se tratase, se va aumentando de nivel, pero no en el nivel de estudios, sino por el nivel de necesidad de atención, el nivel de dependencia de terceros, y no de cualquier tercero, sino de personal cada día más cualificado y más especialista.
Así, cada vez resulta más costoso hacer frente a la cuantiosa partida presupuestaria que supone el aumento de la población de ancianos. Debemos de pensar más en el significado de términos que no por arduamente utilizados conocemos su trascendencia: "sociedad de bienestar", "Estado garante", "conciliación de vida familiar y laboral", etcétera.
Los ancianos han de recibir lo necesario, cueste lo que cueste; los ancianos han de recibir lo demandado, sin mirar a lo aportado, sin mirar a lo cotizado, ya se lo han ganado suficientemente trabajando un mundo que han dejado para nosotros, y que nosotros quizás no sepamos dejar a los que vengan detrás.
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