La alegre trastienda de las lágrimas jondas
Detrás del éxito del disco de Bebo Valdés y El Cigala está el productor Javier Limón. De su estudio, Musiquina, sale el mejor sonido del momento. Paco de Lucía y Morente han grabado allí, y Fernando Trueba planea con él una película flamenca.
Parece un judío ortodoxo, pero la barba engaña: Javier Limón es un compositor y letrista heterodoxo, un tipo cariñoso y jovial sin más religión que el arte. Además es un músico espléndido, y todo eso junto lo ha convertido en el nuevo alquimista del flamenco, el productor bajo cuyo dulce mando (y su arte para usar el Protools, un sofisticado programa de grabación y composición) ha nacido en los últimos meses esta mareante familia de discos: el Lágrimas negras, de Bebo y El Cigala; El pequeño reloj, la última joya de Enrique Morente; el nuevo disco de Paco de Lucía (aún sin título saldrá en otoño); el de Jerry González con los Piratas del Flamenco, los últimos trabajos en solitario de El Cigala y dos discos colectivos que aparecerán en septiembre: el Homenaje a Juan Valderrama (con los citados Paco y Morente, más Vicente Amigo, Carmen Linares, Miguel Poveda, Arcángel, Juan Habichuela y muchos más), y el Nueva fragua (Nuevos Medios), que reúne a Estrella Morente y los nuevos talentos de la generación exquisita.
"Nada sobra, y el sonido fluye caliente. Los discos flamencos necesitaban que todo suene como en directo"
Algo se mueve en el flamenco. Bebo Valdés se enamora de Diego El Cigala y juntos graban un disco de una calidad insólita que vende 100.000 copias en plena era OT. Morente se engancha a la trompeta de Jerry González y al piano de Caramelo de Cuba, y de paso pone su voz en grabaciones de guitarras de los años treinta. Paco de Lucía da sitio en su nuevo disco a varios cantaores jóvenes, y a la vez recupera una bulería inédita de Camarón. Y todo suena que da gloria oírlo. ¿Dónde están aquellas grabaciones desafinadas? ¿Dónde aquellas guitarras empastadas? ¿Quién tiene la culpa de este cambio?
La culpa, según todos los indicios, la tiene Musiquina, el muy tecnológico y castizo estudio del barrio de El Batán donde Javier Limón maneja los ordenadores con rapidez asombrosa. "No he visto una capacidad de trabajo como la de Limón", dice Fernando Trueba, coproductor de Lágrimas negras, que mientras ultima con su amigo la invención de una película flamenca acaba de terminar el DVD de Bebo y El Cigala. "Cuando fuimos a Nueva York y Miami con Bebo, los figuras de los estudios de allí se quedaban flipados viendo a Limón usar el Protools. Se sentaba un momentito y ellos me miraban como diciendo ¿pero de dónde has sacado a este marciano?".
"Cuando llegó al estudio para grabar Entre vareta y canasta hace cuatro años", cuenta El Cigala, "no sabía nada del Protools, pero el tío se bebió el libro de instrucciones, levantó al gachó que estaba allí sentado y empezó a grabar. Fue de los primeros que lo usó en el flamenco, y eso ha cambiado las hechuras de los discos. Luego es muy perfeccionista: si desafinas, te lo dice".
"Estudié en los jesuitas", dice Limón, "en el colegio donde mataron a Carrero Blanco. Mi recuerdo es a los nueve años, en el patio, con tres alumnos más, cantando obras dificilísimas de Tomás Luis de Victoria y Pergolesi a cuatro voces. Éramos una escolanía, y nos dieron una estupenda educación musical, todos sabíamos solfeo".
Al flamenco de Huelva que le inculcó su madre desde pequeño, Limón sumó los estudios de oboe y, con 16 años, poco después de la muerte de su padre, se fue a Nueva York a buscarse la vida y abrir el oído.
Curiosamente, eso mismo hizo Paco de Lucía, de descanso en Mallorca, que comenta -vía Limón- que las nuevas tecnologías han permitido mejorar mucho las grabaciones. "Aunque lo importante es la idea musical. Gracias a los ordenadores hemos podido traer la voz de Camarón a hoy día, cosa que hace cinco años no era posible. Pero el ordenador tiene otra ventaja grande: te permite componer sin escribir, y las cosas salen más relajadas, no tienes que estar pendiente de la partitura, de las hormiguillas, como diría Morente. Aunque lo más importante es subir al escenario y ser capaz de tocar todas las locuras y las fantasías que se te han ocurrido en el estudio".
"Es una nueva forma de producir que pone todo el acento en la música y en la depuración", dice el promotor y productor Juan Verdú. "Nada sobra, y el sonido fluye caliente. Es como si Bebo y El Cigala estuviesen cantando en casa. Es justo lo que necesitaban los discos flamencos, lo que llevábamos buscando mucho tiempo: naturalidad, que todo suene como un disco en directo".
"A Nueva York me fui solo, y allí me olvidé del oboe y de la música clásica", sigue Limón. "Me compré un pantalón corto y una guitarra eléctrica y me hice rockero. Hasta que un día entré en un bar de Manhattan, vi una actuación de flamenco y me di cuenta de que lo que estaba buscando estaba en España: esa calidad de música, ese ritmo, esa belleza...".
Limón empezó a componer y producir con El Cigala para Entre vareta y canasta, que grabó la compañía de Wyoming, 18 Chulos Records. Desde entonces, no se ha separado del cantaor madrileño. "Nos conocimos para aquel disco", recuerda El Cigala. "Estábamos en el estudio con Wyoming y Josele y le llamamos a Sevilla. Se bajó del AVE con su maletica, y hasta hoy".
"Yo volví de Nueva York para ser cantaor", explica Limón. "Conocí a Pepe de Lucía, el hermano de Paco, y me hice amigo suyo. Le dije: 'Enséñame a cantar', y él me dijo: 'Cobro medio millón por gala'. 'Pues dame una clase al año'. Le hizo gracia y me enseñó: aprendí todos los cantes. Pero fui a La Unión con mucha ilusión y me eliminaron en la primera ronda. Ser cantaor es lo máximo que se puede ser, lo más difícil".
¿Y cómo nació ese ejemplo de creatividad, experimentación y aprendizaje continuo, ese movimiento piratero forjado en Madrid al calor de tantos grandes del flamenco, del son y del jazz?
"Todo empezó como un juego, sin pensar", explica Limón. "A través del Wyoming conocimos a Fernando [Trueba], que es la persona con más cultura musical de jazz que yo he visto, y a Jerry [González], y nos fuimos juntando y haciendo conciertos, y fue saliendo un concepto musical común, imponiéndonos siempre inventar cosas, aprender, crear un vocabulario propio, cada vez más preciso, avanzando siempre y sin aburrirnos".
La conexión con Calle 54, que ha dado un aire nuevo a las noches del Foro, ha abierto caminos para el flamenco y el jazz. "La voz de El Cigala es la amalgama del grupo", dice Limón, pero la valentía de Paco Martín, el productor de BMG, es lo que nos infundió valor a todos para seguir experimentando, probando, cruzando".
"Jerry vino de Nueva York para dos días, le alojé en casa de mi madre y se quedó dos años". Así cuenta Limón la génesis del encuentro entre el flamenco y el jazz latino. Jerry comió las papas con huevo de la madre de Limón, el roce hizo el cariño, el cariño llevó a degustar las influencias musicales mutuas y todo ello dio como resultado mil conciertos, mucho experimento, el grupo inestable de los Piratas del Flamenco, la inclusión del bajo de Alaín Pérez y el piano de Caramelo en el disco de Morente, el buen rollo general y el sentimiento profundo, el olor a gran música que respira Lágrimas negras, ese experimento que el gran Bebo Valdés ha bautizado como un género nuevo, que podría llamarse "lágrimas jondas": flamenco más bolero son con jondura, lamento negro-gitano...
"Lo que parecía imposible ha sucedido", dice Verdú. "Los genios de las dos orillas se han encontrado por fin; es como si la ida y vuelta se hubiera reunido para tocar y cantar tantos siglos de influencias mutuas".
"Es que Bebo es flamenco", dice El Cigala. "Siempre que venía a Madrid con su mujer, Rosemary, la llevaba todas las noches al Corral de la Morería. Nos ha ayudado a salirnos de los cánones, a tirarnos al barro. ¡El disco lo grabamos en tres días y fue una barahúnda de emociones!".
Hay más: a El Cigala se le nota casi más cómodo, más desahogado, cantando boleros que flamenco... "Bueno, es que el flamenco es otra cosa, se suda mucho más, tienes que luchar con la guitarra, forzar más la voz, cantar más alto. Con los boleros también te aprietas los machos, pero es más contenido. Pero cantando los temas que me hace Javier también estoy muy cómodo, él me conoce bien".
Trueba, que decidió el repertorio de este disco que ha superado todas las expectativas de ventas, cree que el secreto del éxito ha sido hacerlo sin pensar en vender: "Es un disco hecho con mucho amor, para darnos gusto a nosotros mismos. Por eso hay solos de contrabajo, de violín, uno de piano de cinco minutos... ".
Limón y Trueba se entienden tan bien que están preparando juntos una película flamenca "con argumento y artistas de primera fila, pero es todo tan secreto que todavía no saben nada del proyecto", dice Trueba. Ahora están a punto de ponerse a escribir el guión, pero mientras tanto ninguno de los dos para quieto.
En otoño, Trueba planea editar un nuevo Bebo: su piano más el violín de Federico Britos recuperan clásicos de Piazzolla, Jobim, Gershwin, Lecuona, Porter y, por primera vez en Bebo, un tema de su hijo, Chucho Valdés. Y para más adelante quedan otros dos discos, que irán juntos en una caja: una suite suya con una big band neoyorquina y otro con nueve músicos.
Como dice Verdú, "ahora España y América se han juntado de repente. Y sólo hay que oír hablar a Bebo del flamenco, ver cómo lo adora, cómo habla de Carmen Amaya, de Marchena... Me acuerdo del día en que le regalé la reedición del disco de Sabicas. Se lo metió debajo de la chaqueta como si fuera un tesoro".
La silla y la hernia
Limón guarda un saco de anécdotas y enseñanzas de estos últimos meses, en los que ha pasado de ser un desconocido total a ser el compañero de estudio de los dos artistas más grandes del flamenco actual, Paco de Lucía y Enrique Morente. "Son muy distintos, pero a la vez iguales: perfeccionistas natos, reflexivos, geniales... Paco no es sólo un intérprete inigualable, sino que como músico es el heredero de Falla, Albéniz, Turina y Granados. Y Enrique te parte el alma cada dos por tres, cada vez que canta una cosita te deja hecho polvo".
Poco a poco, entre unos y otros, "equivocándonos sin parar", como dice Morente, el flamenco ha ido dejando de ser un folclore esclerótico para ser una música seria, de alta cultura y grandes escenarios. "La culpa fundamentalmente es de Paco y Morente", dice Limón, "que inventaron un lenguaje nuevo donde no había más que un número determinado de palabras: trajeron nuevas armonías, melodías, ritmos, acordes, melismas y timbres, instrumentos como el cajón y formas de expresión distintas que han permitido que surjan nuevos estilos, nuevos flamencos, nuevos artistas. Por ejemplo, cuando Enrique susurró los tangos, cuando los recitó en vez de cantarlos, gente como Ketama o la Barbería, que no son cantaores de vena hinchada, que tienen menos facultades, pudieron empezar a hacer flamenquito de otra manera. Y cuando Paco hizo cantar a las cuerdas, cuando tocó a cuerda pelá, ese recursito creó un sonido nuevo y toda una escuela de tocaores, menos virtuosos, sin gran pulsación, quizá más ligeros. La mezcla de esas dos cosas ha dado origen a cosas mucho más populares, menos apretadas, que han abierto mucho el espectro".
Limón fue testigo privilegiado, en Musiquina hace un par de meses, del que quizá ha sido el primer encuentro profesional entre el guitarrista de Algeciras y el cantaor del Albaicín. "Haciendo El pequeño reloj, cuando recuperábamos la grabación de Manolo de Huelva, Paco pasó por el estudio y nos echó una mano". ¿Y cómo se llevaron los maestros? "Nos reímos mucho. Los dos le dan muchas vueltas a todo, son tan distintos como sus músicas, se enfadan si algo no sale como quieren, vuelven atrás y meditan mucho, lo cambian todo y al final lo clavan. Pero los dos tienen un buen gusto alucinante y mucho encanto".
Los dos payos que han revolucionado el flamenco comparten otra cosa: son casi tan gitanos como los gitanos. "Y los gitanos los adoran a los dos. Enrique está casado con una gitana y Paco es el inventor del disco gitano por antonomasia: bulerías, coros, percusión y un toque eléctrico. Eso es lo que inventó con Camarón, y eso es lo que hacen todos los cantaores jóvenes que empiezan".
Para Limón, dos pequeños gestos ilustran la importancia de estos dos genios. "Enrique fue el primer cantaor que se sentó en una silla para cantar. Y cuando todos se sentaron, él se levantó. Y Paco fue el primero que cruzó las piernas para tocar. Y desde ahí, todos con hernia".
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