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LAS SEMANAS EN EL JARDÍN.
Columna
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Los aires difíciles

ADIÓS RÍOS, ADIÓS FUENTES, adiós regatos pequeños... Adiós vinos Veigadares, adiós mejillones o rapes. Adiós chapapote. Adiós jardines con magnolias, adiós noches bajo la higuera. Adiós mister Pesc, que terminó su lectura de Moby Dick, esa aventura marina persiguiendo al terror, esa persecución que es metáfora del enfrentamiento entre el bien y el mal. Los teléfonos móviles nos rompieron la fiesta, Javier Solana, que volvía de sus marchas por los montes gallegos, recibía llamadas que hablaban de un mal real. El terror no era una ballena blanca. El terror tenía la forma de kamikaze en Jerusalén. La fiesta del verano se enfría. Siguen los móviles parando nuestra relajada despedida de vacaciones. Vuelven las noticias, malas, fatales, otra "ballena blanca", otra realidad que se impone a todas las metáforas, ahora es un camión bomba en Bagdad. Ha muerto un mandatario brasileño, un hombre bueno, un hombre de paz, Sergio Vieira de Mello. Otro invitado al jardín, Ignaci Guardans, nos cuenta sobre la excepcionalidad de su personalidad, sobre su categoría humana. Solana habla con Kofi Annan, hay muchos muertos, el caos sigue triunfando. Un poco después llega la noticia de un español herido, el capitán de navío Manuel Martín Oar, un hombre de Vieira, un pacificador está herido. La realidad se impone, la fiesta termina. El español no está herido, el capitán muere. Han muerto unos hombres, han vuelto a matar unos paisajes, el caos sigue dominando los secos paisajes de Irak después de la batalla.

Nos bajamos al sur. Otros jardines, otros amigos, seguimos con el mismo whisky de todos los veranos

Nos bajamos al sur. Otros jardines, otros amigos, el verano sigue, cambiamos de vinos, seguimos con el mismo whisky de todos los veranos. Allí, al lado de una playa popular, de una familiar playa donde las gentes del sur comen y beben al borde del mar, la misma playa que cada año recibe a poetas de la "generación de la experiencia" -Luis García Montero, Benítez Reyes, Benjamín Prado-, a la escritora de los "aires difíciles", Almudena Grandes, y a dos veteranos de nuestra generación del cincuenta, Pepe Caballero Bonald y Ángel González, un dúo que proporciona la felicidad a los lectores en general y a los camareros en particular. Una generación que se divierte dieciocho días y quinientas noches. Les pone música Sabina y les edita Jesús Visor. Todo va bien, se discute, se bebe, se bañan resacas, se cantan rancheras, se sortean los aires y los calores. Una buena combinación entre lo culto y lo popular. El calor no mata, aunque lo intenta. Felices y relajados, en las antípodas de Marbella, atléticos... de Madrid, por supuesto, aunque con incrustaciones de realismo también a la madrileña, de Beckam, of course. Todo funciona de manera razonablemente desordenada, más o menos como cualquier verano en la costa del sur. Todo menos los bocados de una realidad cercana, demasiado cercana, son vecinos de la Base de Rota. Sí, de esa base que no se usa para las vacaciones de la tercera edad. De ese lugar donde los aviones que salen para Bagdad no llevan a turistas americanos, de esas pistas en la que aterrizan aviones que también vienen de la ciudad de los cuentos de Las mil y una noche. De ese lugar al que un capitán español regresa muerto de realidad. Realmente se han puesto muy difíciles para la evasión estos aires de Rota. (¿Dónde refugiarme de la realidad?). ¿Qué tal un jardín de Menorca? No, casi prefiero encontrar a El Loco de la Colina, que estará loco pero no sordo.

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