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Crónica:ATLETISMO | Comienzan los Campeonatos del Mundo de París
Crónica
Texto informativo con interpretación

La 'grandeur' y la depresión

El espectacular Stade de France casi resulta excesivo para una competición que no encuentra gente con gancho

Santiago Segurola

El atletismo se enfrenta en París a un difícil problema relacionado con el fin de una época. En los Campeonatos del Mundo el continente parece por encima del contenido. El espectacular Stade de France casi resulta excesivo para una competición que no encuentra gente con gancho. No hay duda del cambio general. Se fueron Carl Lewis y Michael Johnson, Sergei Bubka y Javier Sotomayor; ofrecen signos de declive Haile Gebreselassie, Jonathan Edwards, Wilson Kipketer o Maurice Greene; no está Marion Jones por su reciente maternidad; El Guerruj domina el mediofondo con menos oposición que nunca; no surgen atletas excepcionales ni carismáticos. El atletismo ha entrado en un valle que afecta a su impacto en el competitivo mundo de las audiencias. Hay un ambiente de depresión que choca con la grandeur del estadio nacional francés, uno de los más hermosos del planeta. Quizá a estos Mundiales les toca poner punto y final a una época y abrir una nueva con jóvenes atletas. Pero en el horizonte no se ven las figuras capaces de convocar a la imaginación de los aficionados.

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Con las marcas en la mano, no se puede decir que se haya progresado. Los ránkings de hoy son los peores de los últimos años. Se baja con dificultad de los 10 segundos en los 100 metros, no se baja de los 20 en los 200, nadie se acerca a la barrera de los 43 en los 400, seis metros es una quimera en el salto con pértiga, la altura cobra medallas con saltos que no irían a ninguna parte hace 10 o 15 años... El discurso sirve también para las mujeres, que han regresado en muchos casos a registros de hace dos o tres décadas.

También importan los nombres: atletas excepcionales como Maurice Greene (100 y 200 metros), Michael Johnson (400), Kipketer (800), El Guerruj (1.500), Grebeselassie (10.000) y Colin Jackson (110 vallas) ganaron en los Mundiales de Sevilla 99, en los que Marion Jones pretendió vencer en cinco pruebas. ¿Quién intentará en París un desafío parecido? Nadie. La realidad es que el tercer gran acontecimiento deportivo de nuestro tiempo, tras los Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo de fútbol, ha entrado en un periodo de sequía.

Serán unos Mundiales para observar a los novísimos y simpatizar con los veteranos como Gebre, Edwards o Frankie Fredericks. Porque, además, se produce un caso flagrante de ausencia de carisma. Los Mundiales nacieron cuando el amateurismo no pudo resistir el empujón comercial de los duelos entre Sebastián Coe y Steve Ovett, entre Steve Cram y Said Auita, entre Carl Lewis y Ben Johnson, entre Edwin Moses y Harald Schmid... No hay rastro de eso en los tiempos actuales. Nadie refleja mejor la situación que Tim Montgomery, el eterno secundario elevado a primer actor por la gracia de su inesperado récord mundial de los 100 metros. Hace cuatro años, en Sevilla, Montgomery no existía para ninguna firma comercial. Era un buen atleta cualquiera, un tímido sin pretensiones que alguna vez tuvo que correr con las zapatillas prestadas de Marion Jones. Pero las carencias son tan grandes que su récord y su relación con Jones le elevaron inopinadamente a la categoría de estrella. El hombre que no vendía nada se convirtió en el reclamo de Nike. Demasiada presión. Justo este año, Montgomery ha hecho sus peores marcas.

En estas circunstancias, España acude a París con mucho menos entusiasmo que a los Europeos del pasado año, en los que la enorme cosecha de éxitos se interpretó con un optimismo que ha desaparecido. Un cierto ambiente de tristeza domina al equipo. Es el aire lánguido que ha seguido al positivo de Alberto García. El daño es inequívoco, aunque nadie quiera hablar del asunto. Sin embargo, se mantienen algunas esperanzas en los clásicos: Lamela, Paquillo, Marta Domínguez, Manolo Martínez o Reyes Estévez. Junto a ellos, Natalia Rodríguez y Ruth Beitia comenzarán a ofrecer datos de lo que pueden en Atenas 2004.

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