Más y más Candela

No es fácil moverse, sin desorientar los ojos, en los azares y los vaivenes de una comedia negra, dura, macabra y algo -en este caso, mucho- enloquecida. Cuanto más loca quiere ser una comedia, más cordura necesita para ser consistente, porque representar el desorden sólo se logra cuando detrás de la pantalla hay mucho orden. Los padres -a ratos creadores y a ratos culpables- de Descongélate, Félix Sabroso y Dunia Ayaso, han elegido un berenjenal para emprender una comedia desatada, frenética pero con transcurso calmoso, que a medida que avanza se llena de complicaciones que hacen de ella una prueba de fuerza como ejercicio de dirección. Sacar adelante y, sobre hilvanes y balbuceos, dar consistencia a esta invitación al trastazo tiene algo de proeza.

Las zonas de aburrimiento son barridas por la rapidez con que surge de ellas un golpe de gracia que abre los ojos y deja ver que este magnífico disparate se sostiene, por un lado, en la astucia de Sabroso y Ayaso al dar a un vertiginoso asunto un sereno aire entre onírico y asainetado, que permite a una cámara en calma frenar la enormidad del macabro suceso. Y, por otro lado, éste es devorado por un reparto maravilloso, en estado de gracia, que atrapa

tan descabellado asunto en las redes de la verosimilitud, gracias a que de él tiran cómicos milagreros como Loles León, Rubén Ochandiano, Pepón Nieto y una Candela Peña inmensa, que logra la hazaña del talento absoluto: transmitir candor y malicia, dolor y humor, amor y rencor, en un mismo mínimo gesto.