Español mediático
Cualquier curso de idiomas que se precie confía en el soporte audiovisual para formar a los alumnos. Éste no será una excepción. Pero dado que, por falta de presupuesto, no podemos permitirnos regalar vídeos con diálogos de situaciones cotidianas (una pareja de guardias civiles haciendo soplar a un conductor borracho, un político corrupto y un constructor chantajista pactando una compraventa de votos), los visitantes tendrán que conformarse con ver televisión. Hace años que los expertos elogian esta fuente de conocimiento para la práctica de idiomas. Ellos sabrán por qué. Aviso: el español audiovisual tiene sus peculiaridades respecto al que se habla más allá de la pantalla. Los acentos, por ejemplo, se reparten de un modo muy curioso. Si alguien habla con un cerradísimo acento andaluz, la televisión interpreta que tiene que ser a la fuerza humorista. Las muletillas también sufren extrañas mutaciones: si el que sale en pantalla dice "mire usted" sin venir a cuento, seguro que es político (si sale diciendo "mire usted" con acento andaluz, es que se trata de un político-humorista). Otra característica del español mediático: la estridencia. Si la vida cotidiana en España ya es de por sí vocinglera, en televisión esta tendencia se multiplica.
Para gritar en español como Dios manda, conviene levantarse y gesticular mucho. El mejor ejemplo de hispano-gritón audiovisual es Coto Matamoros, que anunció una gira por el país con una recuperación posmoderna de la parada de los monstruos titulada Coto de caza, que aúna un rico vocabulario con una explosiva guarnición gestual. A diferencia de lo que ocurre en algunos países, el visitante no encontrará en nuestro paisaje televisivo programas de hondo calado cultural (si le pides a un programador que ponga imágenes de conjuntos monumentales, emitirá videoclips de las Sex-bomb). Ya sé que una cadena pública alemana (ZDF) llegó incluso a contratar al filósofo Peter Sloterdijk para dirigir una emisión (El cuarteto filosófico) que trataba de los grandes temas que preocupan al ser humano. Sloterdijk dijo entonces que la televisión era un medio caníbal que devora ópticamente a los hombres. A juzgar por lo que emite la pantalla, no obstante, los grandes temas que preocupan al ser humano español guardan relación con la inestable vida genital de petardas de actitud desafiante. Para estar a la altura de semejantes contenidos no hace falta recurrir a un vocabulario complejo, lo cual allanará el camino de los estudiantes más torpes. Pero todo tiene un precio: esta reiterada exposición a los rayos catódicos podría tener graves secuelas en su estado mental. Por eso algunos turistas toman la precaución de ver mucha televisión, sí, pero con el sonido apagado. ¿Qué efecto producirán programas como Aquí hay tomate, ¿Donde estás, corazón? o Salsa rosa en alguien que no entienda una palabra de español? No tan terribles, seguro, como los que producen en las neuronas de los que sí entendemos lo que allí se grita.
Ejercicio del día. Cuente cuántas veces al día aparece en televisión alguna mujer cabreada y con gafas de sol perseguida por un hiperactivo séquito de cámaras y micrófonos y refunfuñando: "¿Queréis dejarme en paz?".
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