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Tinto de verano | GENTE
Columna
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Gambas plancha

Elvira Lindo

Dice mi santo que es que yo escribo de una manera que pongo a huevo que los lectores me pierdan el respeto. Dice que eso no es malo, que los lectores me sienten supercercana, igual que sienten cercanas a Lina Morgan, a Florinda Chico o a Sara Montiel, que parecen como de tu familia y que por eso cuando las ves de cuerpo presente las tratas igual de mal. Y eso es bonito, que la gente te diga a la cara qué piensa, por ejemplo, de que te líes con un cubano cuarenta años más joven que tú. Hablo del caso de Sara, que a mí para ser viuda y liarme con un cubano cuarenta años más joven todavía me queda. Ahora que lo pienso, puede que mi cubano futuro esté naciendo en estos precisos momentos. Me inquieta la libido dicha perspectiva. A lo que iba, que la gente te adora que da asco, y por eso se pasa tres pueblos. A mi Paquito Valladares le pasa ídem de ídem. Anoche vino a invitarnos a gambas porque a Paquito le encanta chupar las cabezas y porque le gusta salir en estos artículos. Estábamos en la barra del Emporio de la Gamba cuando un admirador le dio un tortazo en la espalda al grito de ¡pero si es Paco! que casi le salta los dientes. Paquito es un profesional y se contuvo, pero dime tú qué hace un actor sin dientes, y más ahora, que mi Paco está de gira con Nati Mistral, que tiene una dentadura que asusta. Ya en la mesa, hablamos de esa problemática, de que no se nos respeta. Mi santo dice que exageramos. Él lo ve desde su atalaya. A todo esto, en la mesa de al lado había una familia que no es que no nos quitara ojo, es que se habían colocado las sillas para mirarnos bien a gusto. El padre me gritó con mucho rintintín que si le podía sacar en los artículos, que él también tenía rastrillo regulable. Aquel ser con palillo en la boca estaba empeñado en decir que él y su señora, como pareja, eran clavados a nosotros. Paco se reía, uno siempre se ríe cuando la cosa va con otros. Pero llegó su turno. El hombre le gritó: Paco, ¿cuántos años tienes, coño, que siempre estás igual y no me salen las cuentas?, será lo que dice mi señora, que te has dado un estironcito, porque tú deberías tener la misma edad del yayo. El yayo estaba en la silla de ruedas, con la boca abierta, esperando una gamba. Ahora nos reíamos mi santo y yo. Entonces la madre me dice: "A ver si me saca usted al niño en alguna película". Como dice mi suegro: el niño era un regalo. El niño parecía de Wisconsin de lo recio que estaba. Era una máquina comiendo gambas. Cada quince gambas echaba un provechito. Me dieron ganas de decirle a la madre que donde tenía

que llevar al niño era al concurso de eructos que ha convocado el Ayuntamiento

de Leganés. Y el padre, que mientras mascaba el palillo nos leía el pensamiento, dijo: "Es gordo pero muy listo, como mi señora. Mi señora es como usted, una marujilla

cachonda". Paco y mi santo se echaron a reír. Pero a todo cerdo le llega su San Martín. El hombre le dijo a mi santo: "Yo, sin encambio, soy un mala follá, como usted". Cuando salimos del Emporio, mi santo dijo que lo malo no era que la gente no nos tuviera respeto. Al fin y al cabo, dijo, a lo mejor os lo ganáis a pulso; lo malo es que me arrastráis a mí. Que es que da hasta miedo salir con vosotros. Mira, nos dejó...

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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