Caballos salvajes por las faldas del Ponoig
Bajo las moreras de la plaza de la Purísima, se refugia el paseante del sofoco y se le dispara toda una memoria de imágenes e impresiones comprimidas en los pliegues de una célula errante. Quizá esas manualidades del ácido ribonucleico y las reverberaciones del sol en la piedra viva, o el encuentro apasionado de su mirada con el abrupto y soberbio macizo del Ponoig, le devuelve el espectáculo, no de un caballo verde para la poesía, sino de dos docenas de caballos alazanes, tordos rodados e isabelos, para el placer de la libertad, en aquellos montaraces territorios. Los caballos piafaban junto a las inaugurales esculturas de Ribera Girona y de otro plástico cuyo nombre se le fuga, y que avanzaba la iniciativa de una exposición permanente al aire libre, en aquel lugar, de acuerdo con ciertas estipulaciones telúricas con la naturaleza. Ahora, Ribera Girona anda decepcionado: "Me expropiaron 20.000 metros cuadrados y está cercado por las urbanizaciones. No voy por allí hace tiempo. No quiero ver tanta y tan interesada especulación". El paseante toma asiento en un banco de la plaza, cuando ya la tarde refresca y la luz no quema los colores ni las pupilas. Ha dejado el abigarrado litoral, las playas, las cervecerías, el tumulto, y se ha marchado a Polop de la Marina, que si bien es, junto con La Nucia, parte del hinterland turístico de Benidorm, para fortuna del paseante y de otros muchos, aún conserva rincones para el reposo y la reflexión. Antes, ha pasado junto a la fuente de Els Xorrets, donde, según dicen, vierten 221 caños un agua dulce y benéfica. Su rumor y el de la prosa de Gabriel Miró lo sumen en una somnolencia agradable. El autor de Años y leguas pasó allí, con su familia, muchos veranos y escribió muchas páginas. Heliodoro Carpintero, que fue inspector de Enseñanza y amigo de Miró, hace ya algunos años presentó en Polop un libro de recuerdos de aquella amistad y un epistolario, hasta entonces inédito, con muchas de las cartas de Miró fechadas en Polop. El paseante que asistió a aquel acto, guarda el libro y fotocopia del manuscrito de una de ellas, de la que por su interés, transcribe algunos fragmentos: "Querido Heliodoro: Me contenta mucho su rápida catalanización. Aunque usted lo rechace como hombre moderno, recriado en Madrid, lo que a usted le gana el ánimo en Barcelona, es el viejo, el eterno levante, y lo que tiene esa ciudad de pueblo tradicionalista, de olor suyo familiar. Campo, Mediterráneo, antecedentes nuestros, y por añadidura el espectáculo del cosmopolitismo de tránsito, vía marítima. Se es más joven ahí que en Castilla". En el mismo texto, elogia a Azorín: "(...) me envió un coche y una comisión y me llevaron a Monóvar. Me alojó en su casa solariega. Nos hicimos cuarenta y siete instantáneas (...) Y otro automóvil y otra comisión y a Polop (...) Azorín se ha portado conmigo generoso y fraternal (...) Ya me ha escrito desde Madrid, obstinándose en que la Academia ha de desagraviarme y restablecer la justicia y, entre tanto, se considera fuera de aquel recinto (...)". Está fechada el 7 julio de 1927.
"Los caballos piafaban junto a las inaugurales esculturas de Ribera Girona"
"Lo que a usted le gana el ánimo es el eterno levante. Se es más joven ahí que en Castilla"
En Polop, que comparte con Callosa d'Ensarrià la carne voluptuosa del níspero y unos parajes inverosímiles, se celebraron tertulias de plásticos y escritores, en el Sótano Medieval, de Manolo Ribera Girona, quien las organizaba, junto con el crítico de arte Ernest Contreras, y donde el paseante se encontró con viejos y nuevos amigos. Hasta con Vintila Horia, ¿qué hacer? Pero, cuando podía, regresaba a su plaza de sosiegos y pasos sigilosos. Y, como hoy, admiraba la altiva orografía del Ponoig, a quien Gabriel Miró, en un golpe lírico, llamó -y es un perfil certero- el león dormido. Y percibe el galope de los caballos salvajes, lejos del fragor de la costa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.