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VISTO / OÍDO
Columna
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España como hombre

"Un país es como un hombre", decía Pierre Vilar, que acaba de morir a los 94 años: él era un hombre como un país, como este país al que se había dedicado. Su breve Historia de España lo explicaba todo. Me la descubrió Manolo Tuñón de Lara, que entonces vivía medio oculto, haciendo de negro de Dominique Aubier. Un hombre es lo que come, había dicho Marx: es lo que trabaja, cómo engendra y cómo muere. La historia de Vilar era la del país que era hombre. "Sólo cuando la economía, la política, la sociología y la historia se junten en una sola ciencia, el mundo escapará de sus demonios". Digamos que, gracias a él, empezó a suceder, pero los demonios siguen viviendo a gusto. Están entre nosotros, y ésta parece una monarquía de demonios de todas clases. Especialmente constructores. Se caza al empleaducho de la tienda de copiadoras, y se descubre que todos sus socios son empresarios. No digo yo que fuera una tapadera; ya lo dirán otros. Y que esos empresarios están especializados en la construcción, como los de Marbella; o son empleados de ellos, sin nómina, como ahora es costumbre hasta en las mejores familias. Este sistema de historia apenas ha entrado en la vida social, aunque Cataluña agradezca a Vilar los libros en los que descubrió sus características nacionales. No sé si España le ha agradecido algo, supongo que no. Ni a Tuñón, al que nadie quería dar en España la cátedra que tenía en Francia.

No es cuestión de nombres, aunque se tenga el mal cosquilleo de la muerte de uno, sino de que aquí se hace la crónica del hombre del poder, y de sus siete enanitos bailando en torno. El hombre Aznar, el hombre Blair y, por encima de todos, el hombre Bush: hasta el hombre Gil y Gil, que es mucho más representativo. La justicia le condenó a inhabilitación para cargos públicos: dejó la alcaldía a un compinche, que se estableció por su cuenta, y ahora le quita de en medio y pone a una amiga: ayer se reía aún del fiscal que le persiguió, y que es el que se ha ido al ostracismo. Mientras, los tránsfugas gritan a su alrededor como posesos, y otros gritan a los tránsfugas; todos metidos entre guardias y guardaespaldas propios, huyendo de las mafias. De las otras mafias, quiero decir.

Ah, Marbella no está sola. Miren, miren ustedes Madrid, raptado a grupas de una jaca de Sierra Morena, como una novia gitana. Espero que no sean bodas de sangre.

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