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Crítica:FERIA DE MÁLAGA | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Debió ser el tiempo

Del calor inmisericorde que hará célebre este verano al nublado bochornoso despejado por un airecillo fresco que se agradecía, aunque no viniese a cuento. Por ahí pasó la tarde y tal transición debió afectar al nivel perceptivo, porque ocurrieron cosas, es cierto, pero también lo es que quedaron emplastadas, metidas a presión en el lienzo de la memoria, carentes del aguafuerte de la individualidad. Sólo el sexto se salvó de la quema.

Ricardo Ortiz lanceó con buen tono al cuarto, ganándole terreno con reposo, con un estilo que delataba madurez torera. Fue bueno el inicio de esa faena, sobre la derecha, así como los primeros naturales que prometían: de pronto, se vino a bajo el tinglado cuando la res decidió no pasar, quedándose en el centro de la suerte. Seguro que fue el tiempo. Sólo quedó toro para breve manoletina.

Bohórquez / Ortiz, Dávila, Abellán

Toros de Ana María Bohórquez, blandos, el 1º, manso, y el 5º, sobrero. Ricardo Ortiz: pinchazo, estocada caída (ovación); pinchazo, tres descabellos (vuelta al ruedo con protestas). Dávila Miura: estocada (oreja); tres princhazos -aviso-, el toro se echa (ovación). Miguel Abellán: estocada (vuelta al ruedo); estocada (oreja y petición de la segunda y dos vueltas al ruedo). Plaza de la Malagueta, 10 de agosto, 2ª de abono. Cerca de media plaza.

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El primero salió ajeno a los capotes, tardó en fijarse y, cuando lo hizo, no puso especial interés. Derribó en el primer topetazo, tomó la segunda vara al revés, de dentro afuera, con fijeza y en banderillas, Juan Manuel Ortiz aguantó el apretón que pretendía asegurar la cornada. Empezó Ricardo por alto, para desahogar la embestida, y hete aquí que el toro va y se sienta. El tiempo, claro, que estaba revenido. Después, la labor se centró en torear reposadamente a una res que parecía llevar dentro dos estocadas. Lo menos.

Eduardo Dávida Miura dudaba al lancear de capa al segundo, lo que se reflejaba en un tímido paso atrás. El toro se arrancó inopinadamente sobre el reserva, y tomó dos varas, luciéndose en banderillas Joselito Rus. Brindó Dávila a su compañero Ricardo Ortiz y, sin más trámite, se puso a torear sobre la derecha, tratando de acompasar la embestida, a veces descompuesta, lo que posiblemente motivó que tomara precauciones y distancia. La desconfianza se manifestó en los naturales, administrado de uno en uno y, mira por dónde, resultó que el toro se los tragaba, por lo que se constituyeron en dos series que le valieron la oreja. Tal vez demasiado análisis para tan poco pollo.

En el quinto, Dávila no terminó en decidirse entre abrir casa o ponerse a servir, porque mostró ese toreo recio que le caracteriza, a la vez que abusó del pico, en una labor que, como la tarde, no terminaba de sobresalir del lienzo.

Miguel Abellán se dio cierto aire al recibir al tercero y, cuando parecía que la faena iba a coger vuelo, se fue viniendo abajo, hasta terminar toreando por circulares a una res mortecina. No obstante, como había un cierto atisbo de petición de oreja, el pleno de la cuadrilla se constituyó entre el toro muerto y las mulillas, a ver si así arreciaba la demanda. El tiempo descompone las cabezas.

El sexto toro, ya entre dos luces, se descolgó de la tarde y su lidia tuvo sentido de principio a fin. Lo mejor de la tarde fue la variedad que exhibió Miguel Abellán con el capote, que si bien no llegó a tener entidad sinfónica, sí se agradece dada la escasez habitual. Larga cambiada de rodillas, verónicas, chicuelinas, rogerinas y altaneras compusieron una brillante labor. Con la muleta empezó con un pase cambiado y siguió con redondos de rodillas. Ya de pie toda la faena tuvo ritmo y buen sentido, gustando muchísimo desde lo fundamental hasta lo accesorio.

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