Robo en la piscina
Hace algo más de un mes acudí con un amigo finlandés a refrescarme un poco a la piscina municipal de La Elipa. Tras dejar nuestras cosas en el guardarropa a cambio de una chapita numerada, nos entregamos a los conocidos rituales de la ablución gimnástica. Cuando, decididos a volver a la vida civil, fuimos a recuperar nuestras pertenencias, el encargado del lugar, un tanto nervioso, nos comunicó que los objetos en cuestión (pantalones, camisas, zapatos, relojes, telefonillos portátiles, un carnet de conducir, un DNI, tarjetas bancaria y de gasolina, dinero en metálico, y hasta un viejo libro en papel biblia de Aguilar con las Obras escogidas de Sinclair Lewis) ya no nos pertenecían, pues habían sido transferidos a un muchacho "de unos 14 años" que, por lo visto, se había dejado caer por allí un poco antes haciéndose pasar por mí. La cosa me resultó bastante chocante: sin requerir chapita ni número, sin pedir justificante de ningún tipo, sin molestarse siquiera en cotejar la cara del chicuelo aquel con las retratadas en mi DNI o en los documentos de mi amigo (ambos hemos superado los 30 años), el así llamado "responsable" del guardarropa había entregado, como quien dice, gratis et amore nuestros bienes al primer advenedizo.
Procurando hablar del modo más educado posible, no dejé pasar la ocasión de expresar nuestra extrañeza y muy seria indignación. Tras rellenar el preceptivo formulario de reclamación, hube de recurrir a la benevolencia de aquellos señores para hacer uso no remunerado de su teléfono a fin de pedir ayuda a la familia.
Hechas después las habituales denuncias en estas y aquellas ventanillas oficiales, y transcurrido un tiempo prudencial sin recibir noticia al respecto, un familiar (mi madre) ha acudido a la piscina un par de veces con objeto de ver cómo iba "lo mío" (o, en este caso, "lo nuestro"). El recibimiento dispensado ha sido, por decirlo suave, un tanto arisco.
Celosos por lo visto de su intimidad, los funcionarios han impedido el paso de la requirente al interior del despacho, y a pie de calle, en la mismísima acera, le han comunicado que la cosa no parece muy clara. Pues, según han explicado de modo urgente y sumario, hay por allí dentro un cartel "muy visible" en el que se advierte que la piscina no se hace responsable de las pérdidas de "objetos de valor" (¿será que sólo responden por las fruslerías o futesas?).
En fin. Veremos en qué queda, si queda alguna vez en algo, este enojoso asunto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.