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Entrevista:TROTAMUNDOS | JOSÉ GUIRAO | AIRE LIBRE

Irán, ansias de reforma

La civilización persa convirtió Irán en una obsesión para este amante del arte, director del centro cultural La Casa Encendida, de Madrid, y ex director del Museo Reina Sofía. Un viaje que el azar le regaló hace tres años.

Soñaba con Irán desde los 12 años. Qué precoz.

Desde que tengo uso de razón es uno de esos lugares míticos que quería conocer movido por la belleza de los nombres de las ciudades -Shiraz, Isfahán, Persépolis- y por la historia del Imperio Persa. Así que cuando surgió un viaje de trabajo a Teherán al que nadie quería ir, me ofrecí voluntario.Y regresó lleno de munición antiprejuicios.

Sí. Se trata de una cultura muy refinada y con notas de modernidad. Hay mucha gente joven dinámica que habla idiomas y tiene ansia de reforma y conocimiento de lo que pasa fuera. Y si vas al Museo de Arte Contemporáneo de Teherán, encontrarás un lugar vivo, de estructura occidental.

Su viaje incluyó Persépolis.

Sí, allí visité las ruinas de la ciudad que destruyó Alejandro Magno. Se conserva parte de la plataforma construida sobre un valle, restos de escalinatas, bajorrelieves y columnas que dan idea de la magnificencia que tuvo.

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¿Y qué dice de Shiraz, su siguiente objetivo?

Shiraz, que fue la capital de Persia en una época, es bellísima, con mezquitas impresionantes y un mercado precioso, abovedado. Allí encuentras alfombras, antigüedades de los siglos XVIII y XIX, joyería y buena bisutería.

Sin embargo, le impresionaron más las mezquitas de Isfahán.

Sí, en general su arquitectura. Esa mezcla de cultura árabe con influencia hindú y china. Además tuve la suerte de entrar en una de las mezquitas a las siete y media de la mañana y contemplar completamente solo la entrada del sol por aquellas celosías.

¿La gente le causó tanta impresión como el arte?

Desde luego. Los iraníes son gente con un porte y una dignidad fruto de su cultura milenaria. Un grupo de ellos me invitó a visitar su casa y tomamos té con pasteles. Alrededor de la mesa se sentaban la madre con las hijas por un lado y los hombres por otro, pero la conversación era fluida y participaban todos. Fue una gran despedida, porque mi avión de vuelta partía unas horas después.

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