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Columna
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Canciones

Cuando estoy de vacaciones, me gusta poner música, sentarme junto a la buganvilla y entretener la mirada en la paz de las estrellas. A la hora de volar, la paz no se parece a una paloma blanca, sino al tiempo ocioso, que se pierde y vuela por los rincones de una tranquilidad íntima. Este año me ha costado trabajo conquistar el ocio, dejar que el tiempo vuele sin mala conciencia entre las carambolas pacíficas de las estrellas. Había anidado en la maleta de mis vacaciones una sensación de asfixia, la inquietud avasalladora de saber que los tránsfugas y los especuladores están encerrando nuestra democracia en un furgón blindado. Las estrellas y el mar se me llenaron de radios, periódicos y rumores. Pero ayer noche conseguí por fin que el mes de agosto se llenara de canciones. Ponerle música al verano es un modo de firmar la paz con el presente, de saber quiénes somos, desprendiéndonos un poco de los sobornos del adónde vamos y de dónde venimos. Las buenas canciones son una lucha cuerpo a cuerpo con nuestra propia verdad, la vida entera que de pronto cabe en una sonrisa o en una lágrima. A veces el corazón se pone cursi y le da por resumir. ¡Cómo saben quejarse Diego El Cigala y Bebo Valdés en Lágrimas Negras! Convierten en bendiciones el justo encono, mientras Enrique Morente le da cuerda a El pequeño reloj para encerrar en una gota de agua limpia y pura los ritmos más tormentosos de la innovación. Enrique no sabe estarse quieto y se va por donde quiere para salir por donde sea, pero con una verdad entre los labios. También Joaquín Sabina, que es capaz de convertir un diccionario en una ciudad flexible, descubre el Diario de un peatón, y sale de la nube negra con la canción más hermosa del mundo en la boca, como los piratas salen del mar con un puñal mordido. Músico tras músico, acabé como los Pájaros mojados de Quique González, a cinco metros sobre el nivel del bar, sintiendo que el azul oscuro y profundísimo de las noches de agosto es el color de la resistencia, de la lealtad, de la vida por delante. Tránsfugas de todo el mundo, ya estoy de vacaciones, podéis iros a la mierda.

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