Réquiem por el parque de María Luisa
Los que aprovechan sus ratos libres para pasear con sus hijos en el parque de María Luisa de Sevilla, los corredores empedernidos, los peregrinos de la jubilación, los turistas y los jóvenes suman una multitud que precisa, ama y disfruta de su parque y que día a día contempla con dolor y angustia, cómo lo destrozan.
Huelga buscar culpables. Desinterés, progresismo mal entendido, carencia de legislación disuasoria, escaso presupuesto y prioridades mal establecidas... Se podrían buscar miles de razones, pero no es necesario.
Lo auténticamente perentorio es tomar conciencia del problema, asumir nuestra responsabilidad ciudadana, reclamar sí, pero colaborar también. Perderle el miedo en frenar al vándalo, al cafre que ignora el valor del azulejo que rompe o de la estatua que mutila, recoger del suelo aquello que dejó caer el desaprensivo sin sentir vergüenza por cuidar lo nuestro.
Advertir como poder civil, al otro poder, ese que depende de las urnas y que administra nuestro patrimonio, que nuestro parque se muere y que no estamos dispuestos a consentirlo.
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