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Reportaje:CICLISMO | Crisis económica en el pelotón español

La última carrera de dos leyendas

Banesto y ONCE, las dos formaciones más laureadas del pelotón español, se despedirán del ciclismo al final de la temporada como consecuencia de la falta de patrocinadores

Hay un gesto que retrata la eclosión de una nueva era en el ciclismo español. En 1991, nada más cruzar la línea de meta de la 13ª etapa en segunda posición, tras la estela de Claudio Chiapucci, Miguel Induráin alzaba el puño al cielo de Val Louron. Fue el gesto de la alegría y de la rabia;fue el punto de partida de un viaje con cinco estaciones, los cinco Tour que logró entre 1991 y 1995. Hablar de Banesto es hablar de un gigante navarro que nació en 1964 en Villava (Navarra) y que pronto dejó pequeño el ciclismo amateur, donde rápidamente se acostumbró a demostraciones de talento. En la Vuelta a Toledo de 1983, durante una etapa con llegada en Quintanar de la Orden, Induráin estuvo 45 kilómetros escapado junto a José Luis Navarro. El pelotón les divisaba siempre, a punto de cazarles, sin lograrlo nunca.

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Antes de que Induráin sometiera a su mandato al pelotón, un apasionado del ciclismo de nombre Manolo Saiz propuso a la ONCE la creación de una formación ciclista. Los comienzos resultaron infructuosos, "ni siquiera dejaban que nos inscribiéramos como equipo profesional", recuerda Eduardo Chozas, uno de los primeros corredores en vestir el maillot amarillo del equipo. Sin embargo, con la meticulosidad de un artesano chino, Saiz fue vistiendo su invento con un traje de innovación y osadía que enseguida socavó los cimientos de un deporte bajo peligro de obsolescencia. El director deportivo de la ONCE lo constreñía todo a su supervisión, nada podía chirriar en su maquinaria; "sólo había que ver cómo trabajaba las contrarreloj por equipos", comenta Chozas. Pero Saiz no pudo domar la ferocidad de Induráin. Nunca ocultó la admiración que le infundaba el navarro; pero intentó por todos los medios derrumbar su reinado. Con Zulle, con Jalabert, con todas las armas de su equipo bien afiladas y bien cargadas. Colisionaron, entonces, dos modos de entender el ciclismo. Mientras Banesto confiaba sólo en el Tour, la ONCE caminaba por la temporada de éxito en éxito, principalmente porque Saiz atisbó un potencial inagotable en un corredor francés hasta la fecha recluido en la suerte del sprint. De pronto, Laurent Jalabert mutó en un insaciable vencedor de pruebas de toda clase y condición. Podía levantar los brazos en la meta de la Milán-San Remo, en abril; convertirse en campeón del mundo en la modalidad de contrarreloj, en octubre; o arrasar en la Vuelta a España de 1995.

En 1989 el equipo Reynolds recibió el apoyo financiero de Banesto, la antesala de su definitivo desembarco en el ciclismo. Debido al entusiasmo de Arturo Romani, ojo derecho de Mario Conde, el sueño de contar con una estructura deportiva dedicada al ciclismo se hizo realidad un año más tarde. "A la entidad le ayudó mucho tener un equipo ciclista; de algún modo la gente veía en Banesto algo más que una institución generalmente relacionada con la usurería", explica Pedro Delgado, a quien el cambio de era le sorprendió en los albores de su declive. Gracias a las hazañas de Induráin y al carisma del segoviano, el público arrinconó la deplorable imagen que enturbió y puso en peligro la aventura de Banesto por las carreteras. Más allá de las estafas y de los hurtos, estaba el campeón español y su lugarteniente aguerrido, el mismo que atacaba en plena ascensión con el plato grande. Y eso es en lo que se fijó el aficionado. "El equipo ciclista salvó al banco", sentencia Delgado.

Para el ganador del Tour de 1988, la irrupción de Banesto y ONCE representa, asimismo, la incursión del ciclismo en el oropel de la infraestructura y del "lujo". "Antes los corredores debían viajar en sus coches a las carreras. Y si íbamos a competir en Francia, nos reuníamos todos en un autocar y viajábamos tan campantes hasta la frontera. Ahí nos pedían de todo, el pasaporte, nos cacheaban. Desde 1990 empezamos a ir al país vecino en avión ¡Qué tranquilidad! El ciclismo se convirtió en un deporte con una gran infraestructura", señala Perico. "El ciclismo a lo grande".

Hasta 1995 Banesto disfrutaba del trato que sólo reciben los personajes célebres gracias a Induráin, oro en los Juegos de Atlanta, el valeroso ciclista que batió el récord de la hora. Sin embargo, a Echávarri y a Unzúe les salpicaron los síntomas de agotamiento durante su viaje glorioso. Pudo ser en el Giro de 1993, cuando el navarro llegó al santuario de Oropa con los pulmones atrofiados, extenuado como consecuencia de las embestidas del letón Piotr Ugrumov. Pudo ser en el Giro del año siguiente, cuando Induráin bajó dos escalones en el podio ante el empuje de Berzin y Pantani. La realidad sólo habla de certezas. Por ello, nada más ver a Induráin rendido sobre la bicicleta en el Tour de 1996, el mismo que la organización concibió para su homenaje, el mismo que dominó de cabo a rabo el danés Bjarne Rijs, Echávarri y Unzúe entendieron que la peor certeza había engullido la ilusión por el sexto triunfo en Francia. El 2 de enero de 1997 Induráin anunció su retirada.

La vida cambió para Banesto, un equipo obligado a soportar el vacío pos-Induráin. Recurrió a Olano, a Zulle y al Chava Jiménez, un tipo capaz de concitar la euforia de una hinchada habituada a convivir con la gesta mientras duró la etapa del corredor navarro. Se extendió por el ciclismo español un doloroso sentimiento de orfandad que, cuando menos, sirvió para que Manolo Saiz recobrara la ambición por el Tour. Para ello, contrató a Beloki. "Las estrategias dependen de los corredores con los que cuenta cada equipo. Saiz estuvo mucho tiempo criticando a Banesto por dedicarse sólo al Tour. Ahora es él quien vive por el Tour mientras Banesto confía en el rendimiento de sus ciclistas durante todo el año", sostiene Delgado.

¿Pero de qué servirán las estrategias? ¿De qué más proyectos? Banesto, hoy llamado ibanesto.com, desaparecerá al final de la temporada y, de momento, no aparecen nuevos patrocinadores para heredar la estructura de Echávarri y Unzúe. Y la ONCE, actualmente ONCE-Eroski, adelantó la semana pasada su abandono. Posiblemente, les acompañe el Kelme, el decano del deporte del pedal en España. "He formado parte de una familia. Piensas en las 431 victorias que hemos logrado y te preguntas: '¿de verdad hemos creado la historia?' Soy amante del ciclismo y no puedo evitar la emoción", dice Saiz. Pero, por lo que parece, el mercado no entiende de emociones. Tampoco de historia.

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