La sabiduría del mayor
Fruto de unas conferencias sobre la vejez, pronunciadas por Enrique Miret Magdalena (Zaragoza, 1914) en las jornadas para mayores organizadas por la Fundación Social de La Caixa, es este libro entrañable, otro más de un autor que posee esa impagable lucidez de las personas que, además de bondadosas, son sabias. Esta obra de "senectud llena de vitalidad" continúa la tarea iniciada en ¿Qué nos falta para ser felices? (Espasa), ese excelente manual para vivir mejor donde Miret compendiaba sus ideas sobre la vida buena; y es que el asunto principal de Cómo ser mayor sin hacerse viejo es, en definitiva, la felicidad, si bien en esta etapa de la existencia que tarde o temprano ha de situarnos a todos en la antesala del más allá: la vejez.
CÓMO SER MAYOR SIN HACERSE VIEJO
Enrique Miret Magdalena
Espasa Calpe. Madrid, 2003
271 páginas. 17 euros
¿Podemos ser dichosos incluso cuando peinamos canas, nos salen arrugas y declina la fuerza física? ¿Aun cuando vivimos en una sociedad donde los viejos "estorban" y donde lo excitante y apetecible parece reservado únicamente a la "gente joven"? ¿Cabe la felicidad en un mundo con tantos horrores y carencias? El autor, que disfruta de larga edad ya desde hace tiempo, afirma que sí, y que la clave para ello radica en seguir algunos sencillos consejos de higiene mental, resumidos en una palabra mágica: actividad; física en lo posible, pero siempre mental, que es sinónimo de curiosidad y observación. Así, la vida nunca debe dejar de ser observada por la persona mayor, ni tampoco desdeñada sistemáticamente toda novedad, actitud ésta que envejece. Y es que, en suma, la vejez es, más que un proceso físico, un estado mental. Así, corremos el riesgo de hacernos viejos no tanto por los años que acumulamos a la espalda, sino por cuanto dejamos de mirar hacia adelante, en definitiva, al perder la ilusión de seguir formándonos.
Los amenos capítulos del li
bro de estilo sencillo y directo abordan en conjunto lo que, según Miret, debe interesar a cualquier persona mayor que no desee convertirse en un trasto inútil. Los tres iniciales constituyen un elogio de la sabiduría sazonada por la edad: incontables personalidades de todas las épocas dieron sus mejores frutos en la vejez, precisamente cuando la experiencia de toda una vida alcanzó su madurez. En modo alguno, pues, debe pensar el mayor que la lucidez creadora lo abandonará cuando le llegue la época que la sociedad marca para que "se retire": antes bien, la inteligencia nunca se quiebra si recibe el entrenamiento adecuado; en este caso, aumenta con la edad. Miret dedica otro sustancioso capítulo a este entrenamiento mental, que no consiste en excesivos o costosos ejercicios, sino en la aplicación de unas reglas sencillas que sorprenden por su eficacia y que, en última instancia, incrementan el arte de pensar bien -reivindicado siempre por Miret como lo que hace falta en nuestra sociedad-, que es la armadura más eficaz para enfrentarse a los padecimientos y a los males humanos.
Una curiosa sabiduría de la vida, muy digna de tenerse en cuenta y producto exclusivo del tiempo y la experiencia, asociada cada vez más a las personas mayores y que, como ellos mismos, está plagada de matices y facetas, es la que expresan los refranes y dichos populares; a éstos se dedica también un capítulo en el que se glosa la gracia así como su acierto o desacierto. El refranero conserva la verdadera filosofía popular hispana, es lamentable que con el tiempo vaya mermando su uso y hasta cayendo en el olvido. Desde luego, el activo autor no está de acuerdo con esa simpleza de refrán que reza: "¿Qué es la vejez? Estornudar, toser y preguntar qué hora es".
La religión y la preocupación
por el más allá, la eutanasia o el papel que desempeña la Iglesia católica en la vida de los cristianos en general son temas que también aborda el libro -de manera somera, pues su intención es llegar a un público muy amplio-. Al "católico inconformista" que es Miret Magdalena no podía escapársele la ocasión para poner unos cuantos puntos sobre las íes, dictados por su perspicacia y sereno sentido común. Si elogia la ecuánime postura de la Iglesia católica con respecto a la eutanasia indirecta y pasiva, arremete en cambio contra la incultura cada vez más acusada de los curas, su incapacidad para la oratoria, el horterismo que envuelve las celebraciones eclesiásticas más corrientes, las malas traducciones de las fórmulas sagradas o los inadecuados comentarios de los textos bíblicos, mal elegidos y glosados; su ataque se dirige, pues, contra la empecinada cerrazón de la que suele hacer gala el estamento clerical en tantos aspectos cruciales de la vida, de los que opinan conociéndolos sólo parcialmente, y ese empeño inveterado en desestimar las enseñanzas de la razón y de la alegría o el amor en favor de los tintes oscuros. Incisivos dardos, los que dispara Miret contra la arrogancia de tanto beato pedantesco, pero que en el fondo representan el pensamiento de muchas personas que se declaran fieles a las enseñanzas de Jesús pero que no soportan el general fariseísmo de la Iglesia.
En definitiva, un libro muy recomendable, desbordante de fe en esa salud que procura el conocimiento acumulado durante tantos siglos de humanidad; son páginas, además, que reflejan por entero la personalidad de su autor, llena de cariño por la vida y de unas ganas inmensas de mejorarla aportando aunque sólo sea un pequeño grano de arena.
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