Renovadora por la base
Soy mujer de pocos amigos. Eso sí, los pocos que tengo tampoco es que sean para tirar cohetes. Son de esos de toda la vida, o sea, un coñazo sideral. Todavía no me explico eso que te dice de pronto la gente como si fuera la idea más original del planeta: "Los andaluces son muy abiertos, pero a la hora de la verdad, si te he visto no me acuerdo; en cambio, un catalán puede ser un mala follá contigo los diez primeros años, pero cuando ese catalán te abre el corazón, ese catalán será amigo tuyo hasta la muerte". A mí ese catalán hipotético me da susto. Con lo que me gustan a mí las amistades superficiales. Qué compromiso, toda la vida con dicho catalán a remolque. "Y encima invitando tú, ja já". Este chiste es malo, pero es de mi santo, que es andaluz y resentido. Pero no empecemos con las tiranteces. A ver si el primer día me enemisto con comunidades autónomas enteras, o con estados asociados, como se estila ahora. A mí me gustaría ser uno de esos escritores que hacen su agosto en las universidades con sus amigotes escritores de siempre y contando las mismas anécdotas de todos los años. Y encima sacándose una bonita suma, con un público que les ríe las gracias y unas estudiantas dispuestas a pasar a mayores (esto último no lo critico porque así me hice yo con un literato). Dirán ustedes que respiro por la herida. Pues sí. Otra cosa no seré, pero envidiosa... Cuando veo a dichos escritores en las fotos, pienso, ahí están, míralos: supercolegas. Mi santo reacciona distinto, él dice: "Qué alivio no estar ahí, qué gusto tú y yo solitos, con todo agosto para leer y conocernos un poco más si cabe". Es un hombre sencillo. A él le chupa un pie que nuestros amigos, que son muy puros, le digan que no debería tolerar que yo le saque en estos artículos con la mochila de fumigación. No saben nuestros amigos que él siempre se sale con la suya: consigue que yo esté un mes aquí, secuestrada en mi jaula de oro. Él dice, qué más quieres, si te tengo como a Raina de Jordania, si te llevo los mandos de la tele al sofá como si fueras paralítica para que veas Aquí hay tomate, si te paso la cebolla por el chino para que no te la encuentres en el guiso, si te corto los melocotones en rodajillas finas. Así es. Yo me voy poniendo gorda y rencorosa. Me está cebando. A este ritmo, si yo me quisiera suicidar (un suponer) como Virginia Woolf y me tirara a la piscina, a mí no haría falta meterme una piedra en el bolsillo. Creo que soy bastante gráfica. No me creerán, pero hay veces que, viendo Corazón de verano, he llegado a tener envidia de la vida social de Mayte Zaldívar. Yo tengo amigos tan puros que les hablas de Mayte Zaldívar y piensan que es una renovadora por la base (más preparada que Sáez está, desde luego). Tengo amigos tan puros que miran a mi santo con pena. A ellos les molaría que mi santito impartiera un curso en la Magdalena de esos que se titulan La cocina del escritor. No saben que la única cocina que le gusta a mi santo es aquella en la que me hace a mí de comer. Tengo amigos tan puros que no me leen. Dicen que para mantener las amistades. Y a mí me gustaría que este verano me leyeran. A ver si hay suerte y este año las perdemos de un puñetera vez. Las amistades.
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