La sirena con récord masculino
Tanya Streeter, británica de las islas Caimán, se sumerge a 122 metros en apnea, más que la marca oficial masculina
La locura continúa. El ser humano sigue en busca del más difícil todavía y las mujeres cada vez alcanzan más a los hombres en las hazañas. La última la ha protagonizado la británica Tanya Streeter, de 30 años. El pasado día 21 batió en las islas británicas Turks and Caicos, al sureste de las Bahamas y al norte de la República Dominicana y Haití, el récord mundial de inmersión en apnea, a pulmón libre, en la modalidad variable. Tanya bajó a 122 metros y no sólo superó por mucho la anterior plusmarca, 95, de la cubana Deborah Andollo, sino, por primera vez, la masculina del belga Patrick Musimu, establecida el año pasado en 120. El italiano Genoni bajó a mayor profundidad, a 132, pero sólo fue homologado su intento por la federación italiana, no por la internacional.
Streeter se ha unido así a las mujeres que han sido capaces de derrotar a los hombres en deportes muy puntuales y, en su caso, con récord. En la apnea la capacidad pulmonar y de concentración, la fuerza psíquica, son claves. "La inmersión a pulmón libre es, en un 95%, mental, un increíble reto mental", ha comentado. Algo así también dijo, añadiendo la mayor capacidad de sufrimiento y resistencia, la también británica Ellen McArthur, ganadora con su barco Kingfisher de la Vuelta al Mundo para navegantes solitarios 2000-2001. McArthur, que deja los monocascos y construye ahora un enorme trimarán para seguir participando en las grandes regatas transatlánticas, continuó la senda de triunfos femeninos, en pruebas mixtas, que habían abierto las francesas Florence Arthaud e Isabelle Autissier. O la que marcaron en la tierra y el asfalto de los rallies de coches la también francesa Michell Mouton, allá por los años 80 en el Mundial, y más recientemente la alemana Jutta Kleinschmidt, vencedora en el París-Dakar 2001.
Streeter, en una modalidad más muscular, pero no excesivamente, ha demostrado que las diferencias entre hombres y mujeres se acortan sin remedio. también en deportes donde la mayor potencia masculina siempre será determinante. Hace 20 años, por ejemplo, había 14,27s de margen entre los récords masculino y femenino del maratón atlético. Ahora, sólo 9,47s.
Después de largos minutos de hiperventilación, Streeter bajó con un lastre de 30 kilos y subió por sus propios medios, sólo con la ayuda de las aletas de goma para impulsarse. En 3m 58s. En los últimos 17 metros fue acompañada por su marido, Paul. Tuvo mucha más suerte que la francesa Audrey Mestre, muerta el 12 de octubre de 2002 en aguas dominicanas. Ella no pudo volver a tiempo a la superficie tras bajar a 171 metros, donde iba a superar todas las barreras, incluida la masculina establecida en 162 metros por su marido, el cubano Pipín Ferreras, dos años antes. Su intento de batir el récord mundial absoluto acabó trágicamente. Un fallo en el balón hinchable que debía ayudarla a subir en esa modalidad, la más arriesgada por la enorme profundidad, fue fatal. Retrasó tanto su ascenso, que ni siquiera la ayuda final de Pipín, que bajó mucho más de lo planeado, sirvió. La propia Streeter ha recordado que ella tuvo 14 buceadores en el recorrido para una posible emergencia e hizo 17 inmersiones de preparación. "No hay comparación. En su caso sólo tuvo tres bucedores e hizo tres pruebas", dice. Cuestión de dinero. Streeter, que también bajó a menor profundidad, se gastó 70.000 euros en el intento.
La británica, que pasará incluso a la historia de Turks and Caicos en una serie de sellos, no se conformó con este récord. Al día siguiente, el martes, impuso el más nuevo, el de la modalidad constante sin aletas, la más pura, pues el submarinista debe descender con sus propias fuerzas, sin lastre, y subir después sin tocar tampoco el cable guía colocado hasta el fondo.
Bajó a 35 metros. Ella misma, que ya ha batido 10 récords mundiales en distintos intentos, posee el de la misma modalidad constante, pero con aletas, en 71.
Streeter nació en las británicas islas Caimán, de padre estadounidense y madre inglesa, que se trasladó a estas tres pequeñas islas caribeñas, al sur de Cuba, en los años 60. Allí, en ese paraíso acuático y fiscal, vivió una obligada pasión por el primero: "Yo fui una niña del mar", confiesa. A los 13 años fue enviada a Inglaterra a estudiar, primero a la Roedean School, en West Sussex, y luego a cursar Administración Pública y Francés en la Universidad de Brighton. Allí conoció a su marido, Paul, y le arrastró hacia su mar. Paul empezó de empresario de excursiones turísticas y ahora es su representante. Desde hace dos años, para asegurar y gestionar mejor los patrocinadores -el principal es como reclamo túrístico de Turks and Caicos- tienen su residencia en Austin (Texas).
Tanya, como sucede con las estrellas del submarinismo, desde los pioneros, el fallecido Jacques Mayol, o Enzo Maiorca, hasta los más actuales, Umberto Pelizzari o Pipín Ferreras, ha trabajado también en documentales científicos para National Geographic o la NBC.
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