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Reportaje:LOS DISCOS DE TU VIDA

'Forgiven, not forgotten', de The Corrs

Diego A. Manrique

Forgiven, not forgotten, el estreno de los hijos de Gerry y Jean Corr, muestra la gran baza sonora del grupo: la yuxtaposición de música folclórica de su Irlanda natal y un pulido pop internacional. Producido por el estadounidense David Foster, Forgiven, not forgotten, que sale a la venta hoy y durante una semana con EL PAÍS por 5,95 euros, dentro de la colección Los discos de tu vida.

Es una de esas historias únicamente posibles en Irlanda. Esa república verde donde, disculpen la exageración, los tres millones de habitantes cantan y/o tocan algún instrumento. Los mismos padres de los hermanos Corrs, músicos aficionados, empujan a su prole a profesionalizarse. Son el guitarrista Jim (1968), la violinista Sharon (1973), la baterista Caroline (1973) y la cantante Andrea (1974). Además de su fortuna en la loteria genética, pueden formar un grupo musico-vocal prácticamente autosuficiente sin salir de casa.

Aparte del deseo natural de ver triunfar a sus hijos, el matrimonio Corr ansía que no se metan en líos. El lugar de origen de The Corrs es Dundalk, condado de Louth, en la frontera de la República de Irlanda e Irlanda del Norte, también conocido como "territorio de bandidos", base de operaciones para el IRA, incluyendo a los sanguinarios militantes del IRA auténtico.

Nada que temer: los jóvenes Corr no manifiestan esas inclinaciones. Se presentan a las pruebas para The Commitments, la película de Alan Parker: aunque sólo Andrea pilla un papel menor, fascinan al encargado del casting, John Hughes, que se transforma en un manager militante. El hombre tiene una ocurrencia: si los Corr son hermanos ejemplares, deberían caer simpáticos a la familia irlandesa más famosa del mundo, los Kennedy de Boston. Un golpe de suerte: corren los años de Bill Clinton y Jean Kennedy Smith es la embajadora de EE UU en Dublín.

Encantada, la señora Kennedy Smith se convierte en su protectora y se los lleva a Boston, para animar un acto de hermanamiento entre irlandeses que coincide con el Mundial de Fútbol de 1994. Un evento oficial, demasiados discursos de políticos de ambos lados del Atlántico; cuando el sopor comienza a apoderarse de los asistentes, salta Ted Kennedy, sugiriendo que ya es hora de que comience la fiesta, presentando a The Corrs con entusiasmo. Triunfan pero todavía necesitan un contrato de grabación. Según la leyenda, a punto de volverse a casa, deciden montar una emboscada en Nueva York al productor David Foster. Uniformados de negro, en pleno verano de Manhattan, aguardan horas hasta que llega la oportunidad de cantar ante Foster. Aunque esas cosas sólo ocurren en las viejas películas de Hollywood, el truco funciona: son fichados para el sello de Foster, que distribuye Atlantic.

Los Corrs pasan los siguientes meses puliendo su repertorio y grabando en Estados Unidos lo que será Forgiven, not forgotten. Un disco chocante: entre nueve canciones pop que podrían ser de cualquier grupo comercial estadounidense, se intercalan seis breves instrumentales que recuerdan vigorosomente el lugar de dónde vienen.

Es decir, pop convencional más dosis homeopáticas de instrumentos como bodhrán, violín rural y tin whistle. Pero funciona. Ellos explican que no quieren competir con los Chieftains y tantos otros grupos tradicionales irlandeses. Que las partes más celtas son señas de identidad que incluyen por lealtad a sus raices pero que Irlanda igualmente está en sus melodías más pop, en la melancolía dominante en sus letras.

Los Corrs arrasan en Irlanda y en países como Australia y Nueva Zelanda, con fuertes colonias irlandesas; gustan en la Europa continental, especialmente en España. Estados Unidos cae también en sus redes y hasta Gran Bretaña termina aceptando su fórmula. Un grupo para todos los gustos, lo mismo apto para tocar ante Juan Pablo II que para telonear a los Rolling Stones.

El grupo The Corrs.
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