El juicio y la locura

El teatro se vino abajo con los aplausos, bravos y pataleos del numeroso público tras la última pieza que bailó la compañía Gelabert-Azzopardi, titulada Viene regando flores desde La Habana a Morón. Más de diez minutos de aplausos cronometrados es un justo premio para el bailarín y coreógrafo Gesc Gelabert, que llega al Grec feliz tras su destacado éxito en la Bienal de Venecia, donde bailó su solo Preludis y después de que Mikhail Baryshnikov estrenara su coreografía In a Landscape en Nueva York, con notable repercusión.

En el Festival de Verano de Barcelona, Gelabert ha presentado un programa formado por dos coreografías, muy diferentes entre sí, pero de una gran intensidad, en cierto modo reflejan la personalidad de este catalán -el seny y la rauxa-, a caballo entre el juicio y la locura. La función se inició con 8421, una dramática pieza con música del Cuarteto de Cuerda nº 8 en C Menor, de Dmitri Shostakovich. Embriagado por la emoción que destila esta partitura compuesta tras visitar la ciudad de Dresde, destruida en los bombardeos de la II Guerra Mundial, el coreógrafo ha ideado una danza esculpida por la desolación, la impotencia y la muerte. Emociones que se desprenden de los cuerpos de las cuatro parejas que interpretan la pieza, una de ellas formada por el propio Cesc y una convincente Lydia Azzopardi.

La otra cara de la moneda es la vital y seductora Viene regando flores desde La Habana a Morón, en la que la música popular cubana es interpretada en directo por el Cuarteto Timbancó, bajo dirección musical de Enildo Rasúa Vall-llosera. Gelabert transporta al espectador al ambiente voluptuoso de la isla caribeña, y lo logra con elegancia y sutileza. La salsa, la rumba y el bolero llegan al espectador a través del sensual movimiento de los bailarines Carlos Fernández, Toni Gómez, Alberto Huetos, Noelia Liñana, Maureen López, Calíope Paniagua y el propio Gelabert, que ha logrado unirles en un cohesionado trabajo coral, pese a que cada uno tiene su momento de gloria.