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Gaiteiros de Lisboa retrata en 'Macaréu' un país de tambores y metales

Gaiteiros de Lisboa encarna, a buen seguro, la alternativa más iconoclasta de la música portuguesa. Este sexteto de humor culto y un punto grotesco ha sabido beber de la música tradicional de su país al tiempo que rehuía de su sonoridad más característica, la de guitarras, bajos, cavaquinhos y demás instrumentos cordófonos. El sorprendente experimento acaba de dar su tercer fruto discográfico, Macaréu, un trabajo que el trompista invidente José Manuel David y los suyos presentaron ayer en Vigo, mañana en Santiago de Compostela y en A Coruña el 2 de agosto.

No sólo hay gaitas -que también- en el arsenal sonoro de estos gaiteros. Definen su propuesta los instrumentos de metal, así como tambores de gran diámetro y polifonías vocales nada evidentes. Son, de alguna manera, un grupo raro, desconcertante. Idolatrado por la crítica foránea, pero demasiado intelectual, al decir de algunos de sus compatriotas.

"Nos nutrimos de las tradiciones musicales portuguesas, que ya en sí mismo constituyen un elemento extraño en nuestro país", explica David. "Al régimen fascista no le convenía dar a conocer las diferencias regionales entre el norte y el sur, o entre el interior y la vertiente atlántica. Frente a tantas décadas de uniformidad, la nuestra es ahora una labor casi didáctica". Su compañero Rui Vaz confiesa, al respecto, cierta desazón: "En la televisión pública portuguesa rara vez aparecemos, nos consideran casi marcianos. Y el Gobierno nos acaba de nombrar Institución de Interés Cultural, un bonito título sin utilidad alguna. Esa gente no ayuda ni a comprar una simple trompa".

Multiinstrumentistas de amplia trayectoria, los currículos de estos seis Gaiteiros incluyen experiencias con la inmensa mayoría de los grandes nombres portugueses, desde el añorado José Afonso a Fausto o Rui Veloso. Pese a su historia, se quejan de falta de comprensión: "Siempre hemos sufrido el problema de ser difíciles de catalogar", recapitula Rui Vaz.

Macaréu, la más reciente criatura discográfica de la banda, afianza logros anteriores e indaga en nuevos territorios, como la composición a partir de poemas de Pessoa o Alexandre O'Neill. El título alude a las ondas fluviales que irrumpen en sentido opuesto al de las aguas: la contracorriente. Por lo demás, el álbum constituye el estreno en sociedad de dos nuevos instrumentos de creación propia, el tambor de cordas y los tubarões (una percusión construida con tubos de PVC). "Son inventos sin ánimo de ostentación", aclara Carlos Guerreiro, músico y luthier, "el resultado de nuestra investigación en timbres que maticen el sonido crudo y viril de las gaitas".

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