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Análisis:LA MÁQUINA HUMANA | TOUR 2003 | Jornada de descanso
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Aves migratorias

Casi todos los ciclistas profesionales utilizan pulsómetro durante las etapas. Es decir, un transmisor sujeto al tórax que mide constantemente la frecuencia de sus latidos cardiacos. Salvo en casos de deshidratación -entonces la frecuencia cardiaca se dispara enseguida-, la ecuación es bien sencilla: más latidos cardiacos igual a mayor esfuerzo. De hecho, existen tres fases de intensidad en función de la frecuencia cardiaca alcanzada: fase 1 o de intensidad leve, por debajo de aproximadamente 140 lpm, fase 2 o de intensidad media, entre 140 y 175 lpm, y fase 3 o de intensidad alta, por encima de 175 lpm.

Así que ya podemos cuantificar los dos principales factores que definen la dureza de este deporte: el tiempo total encima de la bici, y la intensidad. Ahora sólo queda juntarlos para cuantificar la dureza total de cada etapa. La manera más sencilla de hacerlo es la siguiente: cada minuto transcurrido en cada una de las fases 1, 2, y 3 sumaría uno, dos y tres puntos, respectivamente. Así, cuantos más puntos acumule un ciclista en una etapa, más dura ha sido la misma.

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Aunque algunos son capaces de llegar a casi 8.500, un ciclista suele acumular unos 7.000 puntos al final del Tour. Lo que supone una media para cada etapa en línea de 350-400 puntos. Este promedio es superior al de la mayoría de competiciones de un solo día: 200 puntos para los 20 km marcha, o unos 300 para la maratón. Sólo las competiciones de gran fondo, como los 50 km marcha, con sus 500 puntos, superarían a las etapas del Tour. Aunque no a todas: en las etapas de alta montaña de más de 5 horas, los que se juegan la general pueden llegar a los 600 puntos. Una auténtica barbaridad.

Se estima que en un día normal del paleolítico, nuestros ancestros, cazadores nómadas que sólo podían sobrevivir a base de realizar mucha actividad física, llegaban a los 150 puntos diarios. No está mal, aunque lejos del Tour. Otros grandes fondistas eran los legionarios romanos. En su fase de preparación para la batalla, estos musculosos guerreros, algunos de 80 ó 90 kg de peso, debían recorrer, caminando y a veces corriendo, unos 30 kilómetros al día. Además, durante las casi 5 horas que duraba cada marcha debían cargar un lastre de al menos 20 kg. Se estima que llegarían a los 300 puntos diarios. Todavía por debajo de un Tour, aunque con un matiz: el que no aguantaba los entrenamientos era ejecutado...

Es posible que los casi 200 hombres que remaban en las galeras griegas, cuatro siglos antes de Cristo, sí hiciesen su Tour particular, o incluso más. Encajonados en un banco sin apenas aire para respirar, debían remar entre 12 y 18 horas al día, generando una potencia mínima de 62 vatios, lo que suponía al menos 720 puntos al día. Simplemente inhumano. Otros que hacían su Tour eran los antiguos carteros: los Chasqui del Imperio Inca, o los Hikyaku (piernas voladoras) de Japón. Entre los siglos XVII y XIX, los Hikyaku recorrían 500 km en 9 días.

Quizás el esfuerzo que más se parece a una gran vuelta ciclista no lo hacen los humanos, sino las aves migratorias. Algunos estudiosos también le han puesto pulsómetro a estas aves, como a las ocas cariblancas (Branta leucopsis) durante sus migraciones otoñales entre el ártico, al norte de Noruega, y Escocia. Su tour aéreo puede durar unas tres semanas, durante las cuales vuelan unas 61 horas en promedio, en etapas de 1 a 14 horas. Durante el vuelo, su frecuencia cardiaca media es de 253 lpm, unas tres veces más alta que en reposo.

En las 90 horas que en promedio duran los Tours recientes, la frecuencia cardiaca promedio de cada ciclista es de unos 135 lpm.

Alejandro Lucía es profesor de la Universidad Europea de Madrid.

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