Reinventando la izquierda
Llámese tercera vía, progresistas o socialdemocracia, el centro-izquierda sigue apostando por las reformas, pero siente la necesidad de renovarse. La Conferencia y Cumbre sobre Gobierno Progresista celebrada en Londres, el intento más ambicioso de expandir la tercera vía más allá de sus creadores, Blair y Clinton, ha supuesto varios cambios. Tras la era de las privatizaciones, vuelve a recuperarse lo público, regresa el Estado (como Estado garante), y se insiste más en la necesidad de atajar las desigualdades, a nivel local y global. Prácticamente nadie, salvo los alemanes para afrontar sus agudos problemas económicos, mencionó en la reunión la reducción de impuestos. "Nunca seremos defensores del statu quo", aseguró Blair, para el cual los progresistas deben huir tanto de la antiglobalización como del antiamericanismo. La tercera vía, como indicó su progenitor intelectual, Tony Giddens, entra en una segunda fase, pues los tiempos y los problemas han cambiado desde que sentara sus bases a principios de los noventa. Para Clinton, la tercera vía debe ser "dominante en el pensamiento del siglo XXI". Todo un reto.
Tras la era de las privatizaciones vuelve a recuperarse lo público, regresa el Estado garante y se insiste en la necesidad de atajar las desigualdades
La conferencia ha marcado la despedida de Anthony Giddens de la London School of Economics, transformada en centro de reflexión de la nueva izquierda
"Nunca seremos defensores del 'statu quo", aseguró Blair en el encuentro de Londres. Para el primer ministro inglés, los progresistas deben huir tanto de la antiglobalización como del antiamericanismo
Para algunos participantes estadounidenses, esta izquierda va diez años por detrás de lo que piensan los progresistas en Estados Unidos
Socialdemocracia global es un concepto acuñado por David Held para un mundo que, como dijo Clinton, ha de pasar "de la interdependencia a la integración"
Según un experto laborista de campañas y demoscopia, la política "juega en un estadio vacío", en el que los espectadores se han ido, lo que favorece a la derecha
Los reunidos no entienden por qué se han perdido tantas elecciones si la 'tercera vía' ha funcionado. La nueva derecha actúa de forma depredadora
El encuentro se preparó desde hace más de un año, con una cuidada elaboración de análisis y propuestas, discutidas a lo largo de diversas reuniones. La conferencia ha marcado una despedida sonada para Giddens como director de la London School of Economics (LSE), que, durante su mandato, ha transformado en un centro de reflexión sobre esta izquierda, primero transatlántica y poco a poco global. El momento de su celebración ha sido oportuno, pues ¿quién iba a pensar tan sólo nueve meses atrás que Blair se encontraría tan debilitado, ante su partido y su electorado, por su posición y trampas en la guerra de Irak? Es pronto también para saber si esta conferencia marca un paso decisivo hacia esa red global del centro-izquierda, lanzada por Peter Mandelson con el Policy-Network (www.policy-network.net), el fin de la tercera vía o un nuevo salto adelante. Es significativo que -quizá por su conocida enemistad con Mandelson- el número dos del laborismo británico y posible sucesor de Blair, Gordon Brown, no asistiera. En todo caso, como indica la socióloga de la globalización Saskia Sassen, ha sido "un momento bueno para despejar un terreno para el centro-izquierda en medio de los escombros", de la guerra de Irak y otras cuestiones.
Tras lo que es quizá un exceso de términos nuevos -al que es muy dado el entorno de Blair, a menudo difíciles de traducir del inglés (única lengua en esta conferencia, aunque los líderes sí contaron con traducción simultánea)-, ha habido un esfuerzo no sólo para consolidar esa red progresista, sino para ampliarla a dirigentes como Lula, en Brasil, y, desde luego, a la izquierda moderada (a menudo ex comunista y hoy ultra proamericana) de los países del Este que están a punto de entrar en la UE. Naturalmente, todo no vale para todos. Las situaciones nacionales son muy distintas, y quizá en la nueva agenda (en la que entran algunas ideas viejas rescatadas) que se ha ido elaborando en los grupos de trabajo parecen más adaptadas a Europa, salvo en lo referente al enfoque global, que recupera un cierto internacionalismo de la socialdemocracia. Las ponencias se pueden consultar en: www.progressive-governance.net y en la publicación Progressive Futures.
Para algunos participantes estadounidenses, esta izquierda va 10 años por detrás de lo que piensan los progresistas en Estados Unidos, y casi ninguna de estas ideas podría ser utilizada por los demócratas en Estados Unidos para su programa de las elecciones de 2004. Para Mandelson, "si no logramos modernizarnos -nosotros y nuestras sociedades-, las fuerzas no controladas del mercado nos modernizarán". Y para el ministro de Economía alemán, Wolfgang Clement, este progresismo no puede limitarse a ser un "liberalismo con rostro humano".
En Londres se han desarrollado algunos conceptos básicos para esta nueva agenda. Los puntos principales tratados son los siguientes:
De partida, seguridad. La gente pide más seguridad, ya sea frente al terrorismo u otras amenazas a la seguridad nacional o ciudadana. Y si la izquierda no consigue hacer pasar su mensaje en este ámbito, no logrará la atención necesaria en otros puntos de su agenda. En esto coinciden Blair -quien hizo famoso su propósito de hace unos años de "ser duros contra el crimen y contra las causas del crimen"-, y Clinton, referente básico de este movimiento.
El Estado garante (Ensuring State). Es, en parte, un cambio tras las fiebres privatizadoras. Ya no se busca un "Estado mínimo", y queda atrás la afirmación que hiciera Clinton, cuando era presidente, de que "la era del Estado grande (Big government) ha pasado". Frente al anterior Estado facilitador de servicios e igualdad de oportunidades (Enabling State) , ahora se insiste en la necesidad de que el Estado no sólo garantice esos servicios sociales -sanidad, educación, etcétera-, sino los recursos necesarios y los resultados, especialmente porque algunos de estos servicios públicos, como indica Folke Schupper, tienden crecientemente a ser desempeñados por agentes no estatales, incluidas empresas privadas. La gestión puede ser privada; la garantía y el control, públicos. Mandelson prefiere hablar de un "Estado de garantía mutua", entre lo público y los individuos. Ha de cubrir no sólo igualdad de oportunidades al principio, sino también nuevas posibilidades a lo largo de un ciclo vital que ha cambiado.
Contra la herencia social. Estos progresistas han constatado que la igualdad de oportunidades en la enseñanza primaria, secundaria y terciaria no basta para romper la "herencia social". Gosta Esping-Andersen (en la actualidad, en la Universidad Pompeu Fabra) considera que esta herencia lleva a que hijos de marginados o excluidos queden a su vez en la exclusión. Por ejemplo, hay niños de tres o cuatro años que no saben pasar las páginas de un libro porque no se lo han visto hacer a nadie en su casa. Así, el antídoto contra la pobreza infantil está no sólo en las transferencias sociales, sino en los ingresos potenciales de sus madres trabajadoras -cuyo empleo hay que facilitar-, y en la universalización de la enseñanza preescolar, de las guarderías gratuitas de cero a seis años (como en Dinamarca o Suecia). Un paso más respecto a ese lema de "educación, educación, educación" de Blair. Es el reconocimiento de que la desigualdad no se puede resolver sólo con una política tradicional de educación pública.
Mercado empotrado (Embedded market). Los progresistas reconocen que la derecha política y los neoliberales económicos han marcado el vocabulario del debate en estos años. El "mercado empotrado" es una manera de señalar que Estado y mercado necesariamente se interrelacionan, algo que no es una novedad. Una economía de mercado no es necesariamente una economía privatizada -este proceso está ya agotado en algunos países, aunque no en otros como Francia o Alemania-, pues, como se ha aprendido tras la experiencia de las privatizaciones, ésta puede conllevar monopolios privados, y la tercera vía está esencialmente contra los monopolios públicos o privados, y a favor de que el Estado asegure que hay competencia.
Economía civil. Como complemento de lo anterior, y como contrapartida a la sociedad civil, se propone un conjunto de agencias e instituciones que controlen la actividad de las empresas. El economista John Kay considera que los socialdemócratas deben establecer "su propia economía política del capitalismo moderno", un capitalismo que tiene que ser capaz de rendir cuentas (accountable capitalism). La presión pública para ello sobre las empresas ha crecido, y éstas tienen ahora la obligación de ser más transparentes, además de una creciente responsabilidad social. La presión de los accionistas institucionales puede ayudar a que las empresas se orienten a generar crecimiento económico para todos y no sólo ganancias en el valor de las acciones.
Ciudadanía como coproducción. La distribución de responsabilidad entre el Estado, el individuo y las comunidades es un terreno clave para la diferenciación entre la izquierda y la derecha en un mundo donde el individualismo tiende a afirmarse. La tercera vía siempre ha insistido en la necesidad de derechos, pero también obligaciones, de los ciudadanos. En la búsqueda de esa "ciudadanía para el siglo XXI", los ciudadanos deben también contribuir, junto al Estado y otras organizaciones, a crear espacios públicos de deliberación y producir bienes públicos, con un sentido de "responsabilidad compartida".
Diversidad controlada. Estos progresistas rechazan la política de puertas abiertas -que no permitiría mantener el contrato social del Estado del bienestar-, pero no están a favor de una regulación excesivamente estricta, pues tampoco funcionaría. Consideran otras opciones, como la de una inmigración económica temporal, que pudiera regresar a sus países de origen, y un mejor equilibrio entre los derechos y responsabilidades de los inmigrantes en los países de acogida. En la reunión suscitó gran interés el caso de Canadá, cuyo primer ministro, Jean Chrétien, recordó que el suyo es el primer país que ha adoptado como política nacional el multiculturalismo, y que fomenta la entrada (con criterios selectivos, pero no raciales) de una inmigración legal anual equivalente al 1% de su población.
Socialdemocracia global. Es un concepto acuñado por David Held para un mundo que, como dijo Clinton, ha de pasar "de la interdependencia a la integración". Es necesario abrir el comercio a los productos del sur. Ir contra la Política Agrícola Común de la UE "es progresista", afirmó algo en broma Blair. Pero Mbeki y otros insistieron en que si el norte debe abrir sus mercados no debe reducir su ayuda por ello. El objetivo del 0,7% de ayuda que Suecia ya cumple, según recordó su primer ministro, Goran Persson, debe ser cumplido por todos. Los progresistas no se definen como antiglobalizadores, sino por otra globalización más justa.
Multilateralismo progresista. Es la denominación del comisario europeo, el francés Pascal Lamy, para el cual "el multilateralismo no es democrático, pero es lo que más se le acerca". Un problema es que el multilateralismo tiene que ser eficiente, y "las instituciones ineficientes son las más deseables (ONU) y las eficientes (como la Organización Mundial del Comercio, OMC) las más odiadas por el público". En cuanto a la integración europea, el socialista francés Laurent Fabius reclamó ir mucho más lejos, incluso hacia una Europa militar. Para Lamy, Europa puede ser el lugar en el que "reconectar valore", por ejemplo entre el comercio y el medio ambiente o la protección laboral, desde una perspectiva progresista de la construcción europea. Aunque algunas izquierdas resultan más europeístas que algunas derechas, para Charles Grant, director del Centre for European Reform (CER, próximo a Blair), en asuntos europeos "la división izquierda-derecha básicamente carece de relevancia".
Multilateralismo duro. La guerra de Irak estuvo muy presente en los debates. Fabius comenzó reconociendo que "ha dividido a la izquierda". La nueva agenda aboga por un multilateralismo "duro", es decir, que no renuncie al uso de la fuerza si es necesario ante regímenes que oprimen a sus pueblos, por ejemplo, o para actuar, como propugnó Javier Solana, si alguien incumple las reglas. Para el ex ministro australiano y presidente del Grupo de Crisis Internacional, Garteh Evans, el uso de la fuerza debe cumplir ciertos criterios; entre ellos que la causa sea justa, que sea un último recurso, que los medios sean proporcionados, y que haya perspectivas razonables de que las consecuencias de la acción no sean peores que la causa que la provoca.
No antiamericanismo. Ésta fue una de las cuestiones más delicadas. Pero en la conferencia progresista se abrió un amplio consenso sobre la necesidad de mirar hacia adelante. De hecho, estos diálogos progresistas alimentan la agenda transatlántica. Una vez pasada la guerra, contribuir a la reconstrucción de Irak puede contribuir a la reconstrucción de las relaciones transatlánticas, según Javier Solana, en una propuesta en la que coincide Grant. Para Persson, la crisis de Irak demuestra que Estados Unidos también depende de la asistencia multilateral. Sin embargo, nadie resolvió la cuestión de qué hacer si Estados Unidos dice no. En Europa el problema añadido para Grant es que británicos y franceses no se ponen de acuerdo sobre qué hacer respecto de EE UU.
¿Son aprovechables estos conceptos o esta agenda para el socialismo español? Por razones poco explicadas, Rodríguez Zapatero no acudió a esta cita de Londres. Según Joaquín Almunia, director del Laboratorio de la Fundación Alternativas, que mantiene estrechos vínculos con el Policynetwork, "si es correcta la tesis de que el PSOE necesita ampliar su espacio electoral disputando los votos del centro al PP para ganar las elecciones, las ponencias y los debates de la Conferencia de Londres le serán de gran utilidad". Aunque esta conferencia "no debe erigirse en una alternativa a la Internacional Socialista ni al Partido de los Socialistas Europeos. Pero la escasa capacidad de maniobra de éstos no puede condenar a la socialdemocracia al ostracismo en un mundo que se globaliza a gran velocidad. Blair no representa la única opción posible, y en el terreno de la política exterior sus posturas son claramente minoritarias en el seno de la izquierda reformista. Pero sus iniciativas para provocar la modernización de la izquierda tienen la virtud de existir, de ser abiertas y no excluyentes, de atraer la atención, y, sobre todo, de poner sobre el tapete los mismos temas que debatimos cada uno de nosotros a escala nacional. Por eso ofrecen una oportunidad magnífica para que la izquierda con vocación de gobierno retome la iniciativa del debate de ideas, protagonizado en los últimos años por el binomio Davos-Porto Alegre".
Ganar elecciones
No es éste un ejercicio meramente teórico. Como indica Blair, es una búsqueda de las políticas necesarias "para que los partidos de centro-izquierda ganen, utilicen y permanezcan en el poder". Blair, en agosto, cumplirá el record histórico de permanencia de los laboristas británicos en el poder: seis años. No es mucho.
Claro que estos progresistas aún no entienden por qué se han perdido tantas elecciones si la receta de la tercera vía ha funcionado. Para varios participantes, es porque la nueva derecha actúa de forma depredadora en un ambiente de miedo colectivo tras el 11-S que le favorece. Para Solana, también porque los progresistas no supieron aprovechar la ocasión cuando estaba Clinton en la Casa Blanca y los socialdemócratas en 13 de los Gobiernos de los Quince en la UE. Proyecto, haylo, pero quizá carezca de suficiente atractivo, lo que se suma a las dificultades de conectar con el electorado.
No es que la gente rechace la política, sino que la participación no pasa por los partidos, sino por las ONG y otros movimientos ciudadanos. Según un conocido experto laborista de campañas y demoscopia, la política "juega en un estadio vacío", en el que los espectadores se han ido, lo que favorece a la derecha y perjudica a la izquierda. Basándose en encuestas realizadas en toda Europa, ve que, junto con la angustia ante el cambio, la sensación de pérdida de control con la globalización, el declive del sentido comunidad y la fractura social, la gente siente que ha perdido como ciudadano, aunque haya ganado poder como consumidor y acceso con la revolución en las comunicaciones. El hogar (con familias que ya no son tradicionales) se convierte en el principal lugar de control y de conexión del individuo. La política no está integrada en la vida de la gente, y debe pedir permiso para entrar en ella. Las campañas electorales se vuelven, así, mucho más complicadas. Un partido compite ya no sólo con otros, sino también con ofertas de otra índole para atraer la atención de la gente. La tercera vía ha de renovarse también en este terreno. Ir a campañas participatorias, redefinir la relación de los partidos con la gente, crear un nuevo espacio público e insistir en los valores que defienden los progresistas. Los progresistas no lo tienen fácil.
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