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ANÁLISIS
Columna
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Arsénico y encaje antiguo

EL ZOZOBRANTE SINO de las negociaciones emprendidas esta semana para poner en marcha la comisión de la Asamblea de Madrid, creada con el objetivo de investigar el caso de transfuguismo protagonizado por los diputados Tamayo y Sáez, refleja las contrapuestas estrategias adoptadas por el PP y el PSOE respecto a las personas citadas, la documentación solicitada, el calendario y el orden de las comparecencias. Tras el rechazo por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) de la querella presentada por el PSOE contra sus dos diputados desertores y del frenazo en seco dado por Cardenal a la Fiscalía Anticorrupción, resultaría demasiado grave que el Parlamento renunciara a esclarecer un escándalo que pone en riesgo la autonomía de la política y la democracia representativa. Después de unas elecciones concluidas con un recuento de infarto, el PP quedó a un escaño de la mayoría absoluta; la deserción de Tamayo y Sáez -elegidos en las listas cerradas y bloqueadas del partido socialista- desbarató el acuerdo del PSOE e IU para designar presidente a Rafael Simancas y entregó la Mesa de la Asamblea a los populares. Esa falseada transformación de votos en escaños hacía inevitable unos nuevos comicios: aunque la candidata popular Esperanza Aguirre habría podido ser investida con la abstención de los dos tránsfugas, el coste de la operación hubiese sido demasiado elevado.

Las estrategias de los partidos pretenden eludir sus responsabilidades institucionales por el deterioro político debido a los casos de corrupción para descargar todas las culpas sobre sus adversarios

En cualquier caso, el PP es el único beneficiario político de la deserción de los dos diputados socialistas: no sólo ha convertido su derrota del 25-M en un partido nulo, sino que aspira a lograr en otoño la victoria que los madrileños le negaron en primavera. La estrategia de los populares culpa del escándalo al PSOE para aumentar el sentimiento de humillación y de frustración de sus desmoralizados votantes: las luchas fratricidas por el poder, las resistencias de los socialistas honrados a pactar con los comunistas y la corrupción interna serían las únicas causas de este caso de transfuguismo. Por el contrario, el PSOE atribuye la deserción a una maniobra urdida por el PP para invertir el veredicto de las urnas del 25-M en la Comunidad de Madrid.

Las estrategias del PP y del PSOE pretenden una utilización pro domo sua de la comisión parlamentaria. Los populares sólo quieren comparecencias que aireen los trapos sucios de los socialistas y agudicen sus contradicciones; la resistencia del PSOE a esos restrictivos planteamientos es explicada por el PP como un pretexto para dar carpetazo a la comisión y después de un pacto secreto con los tránsfugas, hijos pródigos dipuestos a regresar a la casa paterna. Por el contrario, los socialistas desean reunir los testigos y documentos que les permitirían interpretar los contactos de Tamayo con varios afiliados al PP como una pista para llegar hasta el secretario regional de los populares madrileños.

La comisión debería investigar, en realidad, las eventuales colusiones entre los negocios inmobiliarios y el poder político municipal y autonómico, sea cual sea el partido que lo haya gestionado. El amplio margen de discrecionalidad administrativa de los ayuntamientos para recalificar el suelo y otorgar licencias posibilita tanto la corrupción institucional (la financiación irregular de los partidos) como la corrupción privada (asociada con las tareas de recaudación partidista). PP y PSOE seguramente temen que las investigaciones sobre algunos de los municipios administrados por sus representantes puedan depararles sorpresas desagradables, tal y como le ocurrió a Cary Grant en la película de humor negro de Frank Capra Arsénico y encaje antiguo al encontrar los cadáveres enterrados en el jardín trasero de su casa por unas encantadoras viejecitas con la ayuda de un sobrino perturbado que creía ser el presidente Teddy Roosevelt. Porque sólo los militantes, simpatizantes o votantes del PP, del PSOE o de IU cegados por la sectaria idea de que la corrupción anida exclusivamente en los lechos de sus adversarios pueden descartar esa extendida sospecha y esa preocupante posibilidad.

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