Sólo por la vía policial
SI ESTA HISTORIA acabara de empezar, si no nos hubiéramos caído ya mil veces del guindo, podríamos saludar las últimas declaraciones del consejero vasco de Interior como una muestra de cordura y determinación que anuncian una estrategia sin posibles equívocos: con lo que queda de ETA, dice ahora Javier Balza, hay que tratar sólo desde el punto de vista policial. Si esta afirmación quisiera decir exactamente lo que dice se habría acabado para siempre la retórica de las pistas de aterrizaje; la parábola del padre que espera con los brazos abiertos el retorno del hijo extraviado; los consejos, tan reiteradamente prodigados por obispos nacionalistas, de encontrar con ETA una salida negociada; por no hablar ya de los festejos y celebraciones que se preparaban para recibir a gudaris victoriosos, integrados por fin en la comunión todo el pueblo de la nación vasca.
Pero esta historia no acaba de empezar y todos hemos sentido ya mil veces la frustración de la palabra no cumplida, de las aparentes determinaciones que resultaron en maniobras de embaucamiento. No hace más de seis años, precisamente por estas fechas, tuvimos ocasión de escuchar al lehendakari Ardanza las más altas y emocionadas palabras de condena no ya contra la banda armada, sino contra sus cómplices y encubridores. Acentos biblícos resonaron entonces en boca del lehendakari cuando recordó a Herri Batasuna que la sangre de Miguel Ángel Blanco, víctima de uno de los más miserables asesinatos de ETA, debía caer también sobre sus cabezas: "Sois cómplices de este hecho", les dijo, "y la sangre de esta víctima debe pesar también sobre vuestas conciencias". Pero no bien transcurrido el primer año del crimen cuando su partido sellaba con los asesinos y sus cómplices un pacto en el que textualmente se catalogaba a los compañeros de aquella víctima como enemigos de la construcción nacional de Euskadi, una definición que situaba a los miembros del PP y del PSOE en el punto de mira de la organización terrorista.
¿Qué hay en las palabras, aparentemente firmes, del consejero vasco de Interior para que de nuevo susciten un sentimiento de escepticismo y cautela? Por supuesto, antes de nada, que engancharse ahora a la vía sólo policial es resultado de la constatación de que ETA ya no es lo que era, y no de la defensa activa del derecho de sus víctimas a la libertad y a la vida. El PNV ha tomado nota del arcaísmo que significa en la Unión Europea la persistencia de una organización terrorista, una constatación con alto significado político: la causa nacionalista no avanzará ni un milímetro no ya porque tropieza con el Estado español, sino porque no tiene pase en Europa. Balza es perfectamente consciente de que en la Unión Europea el nacionalismo habrá perdido la batalla si no afronta policialmente "la lucha contra el último fenómeno terrorista que hay en este continente". Una sabia percepción que produce el milagroso efecto de convertir la necesidad en virtud: andarse con paños calientes y hablar de negociación con ETA es ya impresentable en Europa.
Aprendida la lección, es preciso, sin embargo, reducir hasta el límite de lo posible su alcance. No hay que negociar con ETA, pero hay que hablar con Batasuna. Y aquí es donde un castizo diría que ya llega el tío Paco con las rebajas. Pues, en efecto, Balza, hablando como consejero de Interior, como jefe de una policía que tuvo la orden de dejar campar por sus respetos durante años a los "chicos" de la kale borroka, nos dice que no hay que hablar con los de la capucha con pistola al cinto, pero que es más urgente que nunca negociar con la izquierda abertzale; una izquierda que -son sus palabras- "no ha demostrado en este proceso la personalidad política suficiente para separarse de la maldita estela de ETA".
Acabáramos: la policía para los de la capucha; la negociación para los que no se han separado de su maldita estela. Pero si no se han separado es que seguirán unidos, y si siguen unidos es que formarán parte de la misma cosa o, por decirlo con el léxico nacionalista, del mismo mundo. Cómplices, los llamó Ardanza hace seis años; maldita estela, los llama Balza. Ah, pero, eso sí, hay que hablar con ellos. ¿De qué, si puede saberse? Porque, una de dos, o lo que queda de ETA comprende también a Batasuna y entonces no hay razón para no aplicar a ésta la misma medicina que a aquélla; o, si no la comprende, ¿cómo es que no han sido capaces de separarse de su maldita estela?
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