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Reportaje:TOUR 2003 | Undécima etapa

El niño que soñaba con adoquines

Flecha, hijo de argentinos, se define como un español atípico que ambiciona las clásicas

Xosé Hermida

Echó la última mirada atrás para cerciorarse de que ya no lo podían alcanzar, cerró la cremallera del maillot para entrar bien atildado, dejó el manillar suelto y extendió los brazos como si estuviera tensando un arco. En los labios se le pudo leer un suave "!bum!" mientras simulaba el disparo. La flecha imaginaria y el Flecha real rebasaron al tiempo la línea de meta. Con un apellido como ése resultaba imposible evitar la metáfora. Y "para hacer honor" al nombre paterno Juan Antonio Flecha había prometido a su colega de entrenamientos, el que fuera subcampeón del mundo de mountain bike, José Antonio Hermida, que celebraría sus victorias tensando el arco y disparando. Flecha ejercía de indio y Hermida tomó el papel de vaquero: rebasaba la meta simulando un pistolero que irrumpe en el salón. Un juego entre amigos que en Toulouse sirvió para celebrar la segunda victoria española en este Tour y la primera del iBanesto.com desde 2000.

Al corredor catalán le estaba entrando complejo de Poulidor: no pasaba del segundo puesto
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El corazón de Flecha

Hasta ayer, la flecha de Flecha había tenido bastante poca audiencia. En los tres años que lleva como profesional, el corredor catalán sólo la pudo mostrar en una etapa de la Vuelta a Aragón y en otra de la Bicicleta Vasca. Tampoco se le podía pedir mucho más a un chico que en septiembre cumplirá 26 años y que Eusebio Unzue, el director de iBanesto.com, rescató hace dos temporadas del modesto Fuenlabrada. Pero últimamente a Flecha le estaba entrando complejo de Poulidor: nunca pasaba del segundo puesto. "He vivido momentos de rabia este año", admitió tras su triunfo de ayer. "Lo importante es que no cambié mi forma de correr. Seguí atacando y traté de no perder el olfato, el instinto, la generosidad, la perseverancia..." Y así llegó su jornada de gloria en Toulouse, el primer gran paso de una carrera cuyas ambiciones van más allá del Tour. Porque Flecha, como reconoce él mismo, es "un ciclista español bastante atípico".

Desde que existe el ciclismo, los sueños de los niños españoles sólo apuntaban a las grandes cumbres, a la coronación gloriosa del Galibier o del Tourmalet, preludio inevitable de un paseo en amarillo por París. Pero el pequeño Flecha escondía un corazón holandés o belga. "Yo soñaba con el pavés", confiesa. En su imaginación sólo había lugar para los infiernos del norte, esos senderos de adoquín que edificaron la leyenda de las clásicas más terribles del calendario ciclista, el Tour de Flandes o la París-Roubaix, pruebas de un día eternamente vedadas al ciclismo español. Toulouse no ha hecho más que alimentar ese sueño, ratificado tras el triunfo de ayer. "Mi ambición sigue siendo conquistar uno de esos grandes monumentos", proclamó Flecha con la sonrisa que se le puso en el momento de disparar el arco y que ya no se le borró en toda la tarde.

Ese apellido que parece una predestinación le viene de Argentina, un país sin ninguna tradición ciclista. Flecha nació en 1977 en Cunín, una localidad a 200 kilómetros de Buenos Aires. Su padre, argentino, al igual que su madre, murió en un accidente de tráfico cuando él tenía 3 años. La viuda conocería después a un catalán, con el que se casó y se vino a vivir a España cuando su hijo tenía 11 años. Se establecieron en Sitges, y fue allí donde Flecha descubrió el ciclismo y donde sus sueños empezaron a inundarse de adoquines.

Flecha celebra su victoria en el podio.
Flecha celebra su victoria en el podio.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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