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Reportaje:

El estado de la sucesión

La mayoría del Gobierno y de dirigentes del PP sostienen que Rato y Rajoy se quedan solos en la carrera final por el liderazgo

Luis R. Aizpeolea

La sucesión parece cada día más cantada: "José María Aznar tiene prácticamente decidido su candidato a la presidencia del Gobierno. No consultará a más de cinco dirigentes del partido y más que una consulta será una petición de respaldo al candidato designado. Los candidatos mejor situados son dos: el vicepresidente segundo, Rodrigo Rato, que arrancaba como favorito, y Mariano Rajoy, vicepresidente primero, cuya cotización ha ido al alza en los últimos meses. Todo se decidirá entre la última semana de septiembre y la primera de octubre". Esta es la opinión generalizada que expresan con reserva -algunos aún citan al ex ministro Jaime Mayor Oreja- los miembros del Gobierno y algunos significados dirigentes del PP.

Rato rechazaría ser el 'número dos' de Rajoy, lo que si aceptaría el vicepresidente primero

El 30 de junio, primera jornada del debate sobre el estado de la nación, fue la última vez que el secretario general del PP, Javier Arenas, se reunió con los vicesecretarios generales Rajoy y Rato. Mayor fue el único que no acudió al almuerzo que celebran los lunes Arenas y los tres candidatos por encontrarse convaleciente tras una lesión en un brazo. Los tres comensales comentaron la situación de fortaleza con que afronta Aznar el proceso de sucesión tras el cambio espectacular de la situación política en cuestión de pocas semanas.

Resaltaron que Aznar pasó de estar a la defensiva en el invierno y el arranque de la primavera, con malas expectativas de voto por el desastre del Prestige y la fuerte contestación a su apoyo a la política de Bush en la guerra de Irak, a un horizonte victorioso para las elecciones generales tras cosechar un resultado muy meritorio en los comicios del 25 de mayo. El empujón final llegó de la mano de dos diputados tránsfugas del PSOE en la Asamblea de Madrid que trasladaron los problemas al líder socialista, José Luis Rodríguez Zapatero.

Los últimos acontecimientos, según los ministros consultados por este periódico, dejan a Aznar las manos totalmente libres para decidir sucesor y el calendario sin ninguna necesidad de precipitar los acontecimientos como se llegó a especular en el PP cuando temía un desastre electoral, como consecuencia de la contestación social contra la guerra.

La clave de la sucesión pasa, por tanto, por los criterios de Aznar quien, previsiblemente, a finales de septiembre o al comienzos de octubre reunirá al Comité Ejecutivo del PP para someter a su aprobación al candidato. Y los criterios para seleccionarlos, según coinciden los vicesecretarios generales y todos los consultados, son tres:

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- Capacidad para ganar las elecciones.

- Fidelidad a su legado político-ideológico

- Conservación del núcleo principal de su equipo.

Respecto a la capacidad para ganar elecciones, todos estiman que con un PP en alza en las encuestas, cualquiera de los tres candidatos mejor situados -Rato, Rajoy y Mayor- podría alzarse con la victoria en las urnas frente al PSOE. Algunos estiman que Rato provoca algún rechazo electoral por su talante, pero no tan fuerte como para quedar eliminado de la carrera. La crisis desatada en la Comunidad de Madrid acarrea, según los ministros que han hablado con EL PAÍS, el descarte definitivo del alcalde electo de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, como candidato a la sucesión. "Sólo tenía posibilidades ante una situación de expectativa electoral mala o desastrosa porque es el mejor situado para disputar votos a la izquierda", coinciden todos los consultados.

Es en la fidelidad al legado político-ideológico de Aznar donde se plantea el principal debate y donde las grandes posibilidades para la sucesión con que parte Rato pueden encontrar obstáculos y alzarse al final con la sucesión de Rajoy.

Todos coinciden en el Gobierno y en el PP en que Rato es el candidato que parte con mayores posibilidades por su brillantez, personalidad, ambición, gestión económica, relaciones internacionales y con los poderes económicos, y proximidad a Aznar. Tanto en el área económica del Gobierno, en buena parte del Grupo Parlamentario Popular como en el PP madrileño, sus principales bases de apoyo, nadie duda que el candidato será Rato, pese a que la coincidencia de la campaña de la sucesión con la de las elecciones madrileñas le distraerá una parte de sus apoyos.

Sin embargo, en el área política del Gobierno y en otros sectores del PP y del Grupo Parlamentario se suscitan dudas sobre Rato e incluso algunos creen firmemente que el candidato será Rajoy. También lo cree el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero.

El argumento de quienes apuestan por Rajoy no es gratuito. Creen que va a ser más leal al legado de Aznar que Rato en las dos claves político-ideológicas que para el actual presidente son básicas: estabilidad constitucional y rechazo a la reforma de la Carta Magna y de los estatutos de autonomía y el papel de España en el ámbito internacional con el impulso a las relaciones con Estados Unidos.

No es que Rato discrepe de estas dos claves, pero algunos miembros del Gobierno y del PP creen que en determinadas circunstancias podría apostar por el pragmatismo en sus relaciones con los partidos nacionalistas. Y también creen que, una vez investido como candidato, sería más proclive a marcar distancias con las política de Aznar, lo que no haría Rajoy. "No hay duda de que Rajoy será más permeable que Rato a lo que pueda sugerir Aznar", coinciden los consultados.

A ello hay que añadir el papel desempeñado por Rajoy en el annus horribilis de Aznar -el desastre del Prestige y su postura en la guerra de Irak, rechazada por la mayoría de la población- en el que el vicepresidente primero ha dado la cara frente a la desaparición de Rato de la primera línea lo que ha permitido que suba de modo importante su cotización ante Aznar y el PP.

En términos generales, hay una mayoría del Gobierno que cree que el candidato con más posibilidades es Rato, pero prefiere a Rajoy por su talante y accesibilidad. La mayoría de los ministros consultan frecuentemente con Rajoy y han encontrado en él el respaldo en los momentos más complicados de su gestión frente a un Aznar inaccesible por su dedicación a la alta política. Creen que Rato, con su talante, marcaría la misma distancia que Aznar como presidente y, sin embargo, Rajoy siempre será accesible por su talante abierto.

En el terreno del legado también entra Mayor. Nadie duda de que sería el candidato que defendería con más firmeza los principios de unidad de España que Aznar ha defendido esta segunda legislatura. Los ámbitos más próximos a Mayor no dan por perdida la batalla, pese a que la dedicación prácticamente exclusiva del ex ministro al País Vasco le ha alejado del primer plano de la sucesión, lo que ha implicado que esté descartado por numerosos miembros del Gobierno y del PP. También creen que su radical oposición a los nacionalismos le incapacita para pactar acuerdos con los partidos catalanes y vascos que podrían resultar necesarios para que el PP pueda gobernar en la próxima legislatura.

Detrás de todo ello hay una sorda batalla entre la "firmeza ideológica" de Mayor y el "pragmatismo" de Rato con algunos episodios que disgustaron al primero como cuando el vicepresidente segundo reprochó al dirigente del PP vasco, Carlos Iturgáiz, que este partido no acudiera a la manifestación contra ETA que el lehendakari Ibarretxe convocó en diciembre y a la que se sumó el movimiento ¡Basta Ya! Rato sabía que la decisión era de Mayor.

Los colaboradores de Mayor argumentan que su candidatura aún está vigente porque quien decidirá la sucesión es Aznar y porque su dedicación en exclusiva al País Vasco y su retirada del Gobierno fue por lealtad a una petición del presidente. Aznar dio incluso a Mayor la posibilidad de regresar al Gobierno en la crisis de hace un año, pero Mayor la rechazó porque la proximidad de las elecciones municipales le aconsejaba seguir en el País Vasco. Aznar le agradeció el gesto.

Aznar, cuentan sus ministros, también defenderá al sucesor que garantice la continuidad de su equipo: el secretario general, Javier Arenas, los vicesecretarios, y dirigentes como el ministro del Interior, Ángel Acebes, o con peso territorial decisorio como el valenciano Eduardo Zaplana. Los ministros y dirigentes consultados creen que el talante conciliador de Rajoy facilitaría mucho la relación con el partido.

Pero estos mismos ministros y dirigentes coinciden en que Rato no aceptará ser el número dos de Rajoy ni de nadie y que en caso de no ser candidato plantearía el abandono de la política. Por el contrario, Rajoy sí asumiría ser el número dos de Rato. Este factor puede contar también en la decisión de Aznar.

En el entorno más próximo a Aznar se prevé que el presidente escenifique la designación del sucesor en un plazo muy reducido de tiempo, probablemente en un fin de semana. Tras comunicárselo a su sucesor, inmediatamente lo anunciará a los vicesecretarios generales, al secretario general, al presidente fundador, Manuel Fraga, y quizás a un barón con mucho peso territorial como Zaplana, y reclamará a todos ellos el apoyo como si de él mismo se tratara. Al día siguiente, lo presentará ante la Comisión Ejecutiva Nacional del PP. Más adelante convocará a la Junta Nacional y es posible que se plantee una convención para presentarlo socialmente. Pero no habrá consultas, como sucedió en el verano de 1989, en la elección de Aznar por Fraga.

Mientras tanto, lo que nadie pone en duda en el Gobierno es que en el plazo transcurrido desde el nombramiento del candidato, probablemente la última semana de septiembre o la primera de octubre, hasta la celebración de las elecciones generales, en marzo, Aznar seguirá ejerciendo como presidente en toda su plenitud. Los consultados coinciden en que se implicará a fondo en las elecciones catalanas, previstas para noviembre, y algo menos en las autonómicas madrileñas, a finales de octubre.

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