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Columna
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¿Halcones o palomas?

Todos los políticos tienen una película en la cabeza que les gustaría dirigir en algún momento, justo ese momento en que los votos recibidos le permiten convertirse realmente en directores del rodaje. Nuca se sabe cómo va a resultar al final, sale lo que sale, pero el guión inicial está más claro de lo que ellos piensan, porque lo vienen fraguando desde sus primeros pasos en la vida pública y a veces desde mucho antes. Aznar, por ejemplo, tiene su película casi acabada, una extraña mezcla sobre un aprendiz de brujo en la escuela de Harry Potter para continuar con el Imperio Contraataca. Sólo le falta encontrar un final feliz, al menos bajo su punto de vista, salvo que se le ocurra proyectar un nuevo guión con una segunda parte, algo bastante arriesgado como ya se sabe.

Pero el gobierno valenciano, con Camps a la cabeza, está comenzando todavía los primeros planos y sería interesante averiguar cuál es el guión. De momento, ya está editada la lista de personajes principales, pero el guión todavía no está claro, apenas alguna escena inicial de ambientación. Dicen que el guión político del utópico consiste en transformar la sociedad para evitar los desastres y realizar una visión idílica de la sociedad. El comprometido, por el contrario, intenta encontrar significado a la política implicándose en una causa. El autoritario busca una sociedad estrictamente disciplinada donde todos deben adaptarse a doctrinas establecidas o a figuras poderosas de autoridad, mientras que el escéptico toma decisiones políticas a partir de hechos confirmados por la evidencia científica. No parece nada claro que alguno de estos guiones esté orientando la película de Camps.

Sólo sabemos que, después del grito ritual de ¡silencio, cámara, acción!, el sistema educativo se ha convertido en el tema preferido del arranque argumental. Eso está bien, porque hay pocas cosas más importantes para una sociedad actual. Y hay que ser muy valiente para afrontarlo como argumento, puesto que está plagado de trampas, arcaísmos y fuertes reacciones emocionales. Implica a miles de familias, a cientos de miles de estudiantes, a múltiples instituciones, a sufridos y diversos grupos de profesorado, a millones de pesetas o hasta de euros. Hay que añadir, además, el nuevo problema intercultural planteado por la emigración y el complejo papel de las tecnologías de la comunicación para una educación con futuro. Algunos preferirían enfrentarse a un encierro de los sanfermines antes que a los toros de la educación.

¿A qué se debe entonces este primer plano? La educación puede ser el foco psicológico del que tiene miedo a los cambios y amenazas externas, a la defensa de unos valores tradicionales, al guión político de un halcón. Pero también puede ser el argumento político de una paloma, que busca la paz con todos los grupos sociales, internos y externos, a través de la armonía y la cooperación.

La política valenciana estuvo presidida hasta hace poco por el guión del superviviente que flota a favor de la corriente y del pragmático con metas prácticas y a corto plazo. Ahora tenemos que averiguar si nos encontramos ante halcones o palomas. El cualquier caso, la función ha comenzado.

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