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Juan Luis Galiardo reivindica el monólogo clásico frente a la arrogancia del poder

Juan Luis Galiardo se convirtió en la noche del miércoles en la avanzadilla de una de las propuestas más atrevidas de los últimos años del Festival de Mérida: aproximar los textos clásicos al espectador a través de monólogos. La arrogancia del poder abrió el ciclo Estrellas bajo las estrellas, con textos de Tácito, Séneca, Máximo, Lucano, Esquilo, Platón, Plutarco y otros autores grecolatinos.

Pantalón, camisa y zapatos blancos. Impoluto apareció Galiardo en el Anfiteatro Romano ante unos 500 espectadores. "No quiere ejercer el poder aquel que teme ser aborrecido". La frase sonó rotunda. La arrogancia, la retórica, la agilidad mental y la sorna de Galiardo se impusieron al guión de textos clásicos seleccionados por Santiago López Moreda y adaptados por Eduardo Soto.

Las alusiones a Nerón, Octavia, Julio César, Edipo, Electra y otros personajes clásicos eran continuas lecturas sobre la miseria y abusos del poder egocéntrico. Un repaso a la ambición desmedida y consecuente descomposición moral de algunos políticos. Y las referencias a emperadores, dictadores e iluminados se entremezclaban con los nombres de Bush, Blair o Aznar, la Asamblea de Madrid o la guerra de Irak.

Eduardo Bazo, director escénico del ciclo, ha tenido claro que todos los actores invitados (Galiardo, Natalia Dicenta, Juan Echanove, Fernando Guillén, José María Pou...) son instrumentos al servicio de los clásicos. Por eso, todos aparecerán vestidos de blanco, todos leerán los textos. "Los espectáculos leídos hacen más verosímil que tenemos que acercar las palabras de otros", recordó Galiardo, y puntualizó: "Esto es una lectura dramática, es importante que la gente lo entienda".

Esos textos que Galiardo fue desgranando llegaban a veces como losas al espectador, poco habituado a este tipo de espectáculo. El acto a veces rompió lo previsto y creó su propio juego. Sonó un móvil. Galiardo reclamó respeto a los espectadores. Pero era su propio móvil. Al otro lado, Aznar. "Trato de aconsejarle, pero no aprende", espetaba en uno de los pocos momentos irónicos del espectáculo.

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