_
_
_
_
Crítica:CLÁSICA | Daniel Barenboim
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Con el piano en el alma y la orquesta en la mano

La presencia de Daniel Barenboim en Madrid impone aire de acontecimiento unido a una corriente de simpatía y amistad sentida como fenómeno colectivo. Alguna vez he recordado un antecedente de algo parecido en Rubinstein, y, para las anteriores generaciones -las de la Sociedad Filarmónica-, el caso se llamó Edouard Risler. Por cuarto año, el Teatro Real recibe el festival veraniego centrado en Barenboim y las formaciones de la Staatskapelle de Berlín, las del histórico coliseo de Unter den Linden. Y si interesan al máximo las propuestas de Barenboim en el campo operístico, no quedan a la zaga las de su categoría excepcional como director y pianista. Una vez más, el triunfo de Barenboim en Beethoven ha sido definitivo en una de esas obras que podrían recibir la adjetivación otorgada por Ravel a la Sinfonía pastoral: el "milagro" de Beethoven.

Festival de Verano

Staatskapelle de Berlín. Director y solista: D. Barenboim. Obras de Beethoven y Schumann. Teatro Real, 9 de julio.

Entre otras cosas, el Concierto en sol, número 4 (1805/1806) nos permite calibrar la elevación artística del solista desde sus primeros compases a piano solo, pues se hace preciso fabricar las calidades sonoras que dominarán, a través de los tres movimientos, la portentosa invención del compositor y la imaginación, sensibilidad y sabiduría del intérprete. Pienso que estos pentagramas, vividos por Barenboim casi desde la infancia, podrían servir como vena fluida de su biografía. Con el piano en el alma y la orquesta en la mano, Barenboim hizo prodigios y la audiencia sintió que estrenaba nuevamente una música egregia y familiar.

Después, Schumann, el poeta de Amor y vida de mujer, el temprano profeta de Brahms, el constante fabulador de "música sin palabras" en la Sinfonía en Do Mayor, op. 61. Desde el segundo tiempo, Allegro vivace, como desde El sueño de una noche de estío de Mendelssohn, queda enteramente definido lo que fue el scherzo para el sinfonismo romántico alemán, tan intenso en el genio de Zwickau como en la andadura "con pies ligeros" del "feliz hombre y nombre" de Hamburgo. Y a la hora de la expansión lírica, la segunda sinfonía schumanniana alcanzó grandeza e intimidad en estrecha fusión.

Muchas cosas sustantivas analizadas y comunicadas por Barenboim y una orquesta de todo punto admirable con tal veracidad como pedía nuestro Falla al "noble oficio" de la música: la búsqueda de una verdad escondida como fuente en el bosque de Oberón. Las ovaciones y aclamaciones cobraron la algidez reclamada por los pentagramas y sus vivificadores.

Daniel Barenboim.
Daniel Barenboim.EFE
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_