Pruebas de acceso al bachillerato y a la FP

Hace unos días se publicaron los resultados de las olimpiadas internacionales de ciencias para alumnos de secundaria y nuestro país se encuentra entre los últimos. Por ejemplo, en Física ocupa el puesto 33 entre 37 países europeos. A los profesores esto no nos sorprende. Es lo esperable en un sistema educativo en que los alumnos pueden pasar de curso aunque suspendan todas las materias (promoción automática), lo que provoca que muchos de sus compañeros disminuyan el interés y el esfuerzo en aprender.

Hemos de alegrarnos de que existan algunas pruebas externas al sistema que permitan conocer la gravedad de la situación. Los responsables de la misma no son ni los alumnos, ni los profesores ni sus familias, sino todos aquellos políticos que, por los intereses extraacadémicos que sean, aún continúan defendiendo la promoción automática de la LOGSE y ahora se oponen a los itinerarios de la LOCE. Uno de dichos políticos, consejero autonómico de Educación, ante una situación similiar que ponía en entredicho su gestión, llegó a decir: "Nunca más nos volverán a examinar desde fuera".

Si queremos estar seguros de que las calificaciones de todos nuestros alumnos de secundaria reflejan realmente lo que saben respecto a los niveles europeos, es evidente que se han de establecer pruebas externas al final de la ESO. Cuando digo externas quiero decir que deberían depender del Ministerio de Educación o de algún organismo europeo y no de las diferentes consejerías, ya que no se puede ser juez y parte.

Para no interferir el acceso al mundo laboral de los alumnos de ESO que no quieren seguir estudiando, la solución más conveniente sería establecer unas pruebas de acceso al bachillerato y a la FP solamente para los alumnos que, una vez acabada la ESO, desean seguir estudiando. Si deseamos aumentar la capacidad de esfuerzo y la preparación de nuestros alumnos, las pruebas externas son imprescindibles. Es lo que se hace en otros países europeos.