El día después
El denominador común de las pasadas elecciones fue la descalificación, los insultos y las promesas con veinte años de antigüedad sin cumplir. Y toda una retahíla de embustes que nos hacen recordar aquellas historias que nos relataban nuestros abuelos al amor de la lumbre.
Hay muchas interpretaciones de la democracia, precisamente ahí está el peligro de que ésta se vuelva a favor del gobernante y se convierta en plutocracia (preponderancia de los ricos); es entonces cuando cada cual hace de su capa un sayo. Esto está pasando porque los madrileños estamos totalmente divididos y carentes de visión colectiva.
Si se tiene una democracia hecha a la medida, en la que solamente caben cuatro, podemos decir que estamos ante un camelo, y esto lo digo con todo el respeto del mundo, ya que mi intención no es desprestigiar el Estado democrático, ni mucho menos, pero sí manifestarme en contra del poder mediático que nos obliga a conectar por la fuerza con doctrinas fuera de lugar y que en la actualidad están obsoletas.
Parece ser que la idiosincrasia del español no le deja ver la realidad tal y como es, y no como la pintan mediante discursos trapaceros y bien diseñados por magos de la pragmática persuasiva.
No debemos dejar que la vigencia de la tan esperada libertad sea mancillada por el egoísmo, la ambición y el simple anhelo del poder por el poder.
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