El encantador de almas
Una ventaja de venir solo es que no corre el riesgo de perder los instrumentos, como le ocurrió en Venezuela cuando un grupo de hombres armados robó el camión que los transportaba. Claro, que también se quedó sin su guitarra más querida tras prestársela a unos amigos.
Caetano Veloso
Veranos de la Villa. Patio Central de Conde Duque. Madrid, 4 de julio.
Su delicado recital se compuso de una buena dosis de clásicos propios (Trilhos urbanos, Luz do sol, Qualquer coisa, Menino do Rio ...), canciones de los últimos años como Não enche o Desde que o samba é samba, éxitos ajenos como Sonhos y Sozinho -no siempre entendidos por la crítica brasileña- o Mimar você, que Caetano presentó como una de esas cancioncillas del carnaval de Bahía que no parecen gran cosa y son tan bellas.
Lo primero en español fue Sabrá Dios ("Sabrá Dios si tú me quieres o me engañas, pero presiento que no estás conmigo aunque estés aquí"), el bolero de Álvaro Carrillo, el mexicano de Sabor a mí. "No lo iba a cantar e iba a cantar otro porque sé muchos", confesó sin falsa modestia. Y es que tiene una memoria poco común para recordar canciones brasileñas, norteamericanas, cubanas o argentinas, como ese antológico tango de Gardel y Le Pera Cuesta abajo.
A sus casi 61 años, es el Dorian Gray de las cuerdas vocales. Nunca había cantado con la elegancia, dulzura y refinamiento con que lleva haciéndolo en estos últimos años.
Cada noche de su gira europea cambiará parte del repertorio en función del lugar o su estado de ánimo. En Portugal no resistió la tentación de interpretar unos fados, en Francia probablemente no falte Tu te laisses aller, de Aznavour, que Godard usó en Una mujer es una mujer -otra referencia cinéfila-, y en Italia, seguro que hay espacio para algo de Nino Rota, Come prima o Luna rossa.
Babelia
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