_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ca Revolta

Lo último que se me ocurriría, conservando un miligramo de lucidez, sería tachar de "fachas" a Teresa Carnero y Jordi Palafox, a quienes aprecio y admiro desde siempre.

Y estoy segura de que si dicen que algo les molesta, es que en verdad daña, aunque sea Ca Revolta. Así que henos aquí, en la calle Santa Teresa de Valencia convertida en un callejón sin salida, donde parece que no se pueden restituir los derechos constitucionales de unos vecinos al descanso sin conculcar los de otros ciudadanos a disponer de un lugar de encuentro y expresión tan libre y creativo, generoso y entusiasta que parece mentira que haya podido brotar en esta ciudad.

Partiendo de dos certezas tan contrapuestas no me extraña haberme sumergido en la perplejidad, de la que sólo saldría dando respuesta a un par de interrogantes. Uno de ellos es si realmente las técnicas, que como todo el mundo sabe han adelantado una barbaridad, no permiten unos niveles de insonorización de locales cerrados aceptables para el entorno. Otro: si, en el peor de los casos, Ca Revolta no podría reabrir renunciando, aunque fuera de momento, a sus actividades musicales, y preservar así este necesario espacio de encuentro, reflexión, reunión y exposiciones.

Si la primera de las posibles soluciones planteara dificultades financieras, colaborar es la obligación de quienes defendemos la continuidad del Centre de Recursos Just Ramírez. Y presionar para que desde los presupuestos de Bienales, Milenios y caudalosos "ríos de cultura" se produzca un trasvase que demostraría que, efectivamente, nuestros gestores están por la pluralidad.

En Valencia, los tubos de escape taladran impunemente las avenidas de madrugada, los saraos falleros privados nos roban el sueño y el espacio, un estadio lleno colapsa media ciudad y raro es el barrio donde la noche transcurra sin el sobresalto de alguna mascletà, varios dramáticos frenazos o la murga espasmódica que emiten todo tipo de alarmas.

Teresa y Jordi deben recobrar la calma en su casa de Velluters. Pero también tendría gracia que la ley sólo se aplicara para clausurar un espacio donde se respira libertad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_