El dulce ritmo de la marimba
Esmeraldas, un reducto de vida serena en Ecuador
En el siglo XV se produjeron varios naufragios de traficantes de esclavos en la costa norte de Ecuador, en el océano Pacífico. Esos náufragos, libres de nuevo, sometieron por la fuerza a los pacíficos indios campaces, niguas y chichas o cayapas, o se casaron con las hijas de los jefes principales y se instalaron en esa región. Grupos indígenas que vivían en las orillas de los numerosos ríos de la zona, entre una densa vegetación, al margen del imperio inca gracias a la selva y al desconocimiento que los incas tenían de la navegación. Los españoles, durante el tiempo que duró la colonia, sólo consiguieron esporádicos acuerdos de colaboración mutua y nunca llegaron a someterlos. Corrida la voz de su libertad, a estas tierras llegaban los huidos de las haciendas, y después, con la abolición de la esclavitud, vinieron masivamente, hasta convertirse en la mayor comunidad negra de América Latina.
Hasta el final del siglo XVIII, la naturaleza les proveía sin esfuerzo de todo lo necesario para vivir aislados: abundante caza, como venados, puercos y aves; peces y mariscos del mar y los ríos, y de la selva, frutas, verduras y buenas maderas para la construcción de viviendas, embarcaciones e instrumentos musicales. Minas de oro y piedras preciosas completaban este paraíso que los había salvado del naufragio y de la esclavitud.
Collares de semillas
De la unión con los indígenas nacieron los zambos, y su carácter se afirmó alegre, calmoso y juguetón. El trabajo no lo es todo en esta vida, y menos para el negro esmeraldeño, que olvidó las letras de sus canciones africanas, pero conservó el ritmo en su interior. Crearon la marimba, que es tanto un instrumento parecido a un xilófono como un baile y una canción sumamente alegres. Para las fiestas, las mujeres se visten con inmaculados vestidos blancos con enaguas (herencia española), collares de semillas, adornos indios, y se hacen unos peinados de tipo africano muy elaborados. Los hombres se visten también de blanco y, como en los sanfermines, con pañuelo rojo al cuello. Las celebraciones, con muchos bailes, se viven en la calle.
La temperatura media es de 23 grados, un clima ideal para los deportes náuticos. Carnaval y Navidad son las épocas en las que es más frecuente el turismo nacional, y los hoteles se llenan; el resto del año hay pocos visitantes.
A Esmeraldas se puede ir en avión, aunque lo ideal es llegar en coche desde Quito. El viaje resulta impresionante, pues se atraviesa la cordillera andina del Pichincha. El paisaje va cambiando a medida que se desciende de las alturas a la costa. Hay otra forma de trasladarse divertida y emocionante: un autobús transformado que circula sobre raíles de tren y que une la población maderera de San Lorenzo, en la costa, con Ibarra, en los Andes, cerca de Quito. El mejor lugar de este autocarril para hacer el viaje es sentado en el techo sobre el equipaje: así se consigue ablandar el asiento y controlar las pertenencias. Al ir descendiendo camino de la costa, la vegetación va aumentando en tamaño y espesor hasta cubrir el autobús. Da la sensación de volar sobre un bosque verde esmeralda montado en una alfombra de hojalata. La velocidad no es mucha porque a veces descarrila y los pasajeros tienen que ayudar a colocar el autocarril sobre las vías. El trayecto dura, si no hay contratiempos, unas cinco horas.
Caracoles y estrellas de mar
En las playas esmeraldeñas todavía se pueden encontrar caracoles, estrellas de mar, corales y conchas de todo tipo y tamaño. También los turistas ayudan a que las crías de los galápagos gigantes, que desovan en las playas, alcancen el agua antes de que el sol las queme. Con la euforia de la buena conciencia se organizan divertidas fiestas improvisadas en los chiringuitos. Las mejores playas son: Same, a 45 kilómetros de la ciudad de Esmeraldas; Súa, con un tranquilo pueblo de pescadores, y las playas vírgenes de la isla de Muisne. Para la práctica del windsurf es ideal la playa de Mompiche, con olas de dos metros. Tonsupa tiene un fondo marino precioso para el buceo, y en Atacames suena la música en la playa noche y día.
Al norte de la provincia, lindando con Colombia, está el bosque del Majagual, con los manglares más altos del mundo. Se encuentra en la reserva ecológica Cayapas-Mataje, donde perviven comunidades indígenas con sus costumbres milenarias.
Para los amantes de la arqueología, la isla La Tolita tiene además un museo de las primitivas culturas precolombinas y restos de cerámicas regadas por toda la isla. Merece la pena el paseo en lancha entre los manglares para disfrutar de la vida que albergan sus raíces acuáticas. Navegando por los canales entre las islas se ven en las orillas, y perfectamente acopladas al paisaje, sencillas casitas de madera bordeadas por el huerto y el tendedero.
La gastronomía se basa en la pesca: corvina, pargo, lisa, atún, camarones y langostas. Los encocados son estofados en jugo de coco; el ensumacao es un plato con todos los mariscos que se consiguen, cocidos a la vez, y el tapao es pescado al vapor. El banano se consume a diario en sus múltiples variedades y se cocina de muchas maneras: frito, asado, como base para empanadillas, dulce y salado.
En el siglo XIX, los ingleses reciben, en pago a la ayuda prestada por la independencia, la explotación de los recursos naturales de Esmeraldas. Construyen el puerto maderero de San Lorenzo y comienza la deforestación. En el siglo XX llegaron las compañías bananeras norteamericanas y talaron grandes extensiones, y al final del XX se instalaron una terminal petrolera y una refinería. En el siglo XXI, la mitad de la población no tiene servicios básicos como luz, agua potable o alcantarillado; pero parece que no importa, pues en general la gente transmite una sensación de tranquilidad y alegría. La mayoría de los altos cargos locales -como los directores del aeropuerto y el puerto, los rectores de las dos universidades y el alcalde- son de raza negra. La naturaleza, verdadera superviviente del acoso económico, se regenera como puede y brilla como las esmeraldas en esta tierra de hombres libres.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos
- Prefijo telefónico: 00 593.
Cómo ir
- Iberia (902 40 05 00) vuela directo de Madrid a Quito desde 854,21 euros.
- Air Europa (902 40 15 01), de Madrid a Quito, con dos escalas, hasta el 13 de septiembre, 845 más tasas.
- KLM (902 22 27 47), hasta el 10 de septiembre, con escala en Amsterdam, desde 975 más tasas.
- De Quito a Esmeraldas, ida y vuelta, unos 100 euros.
Dormir
- Casablanca Resort (676 02 28) en la playa de Same. La doble, 35 euros.
Información
- Embajada de Ecuador en Madrid (915 62 72 15).
- www.vivecuador.com.
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