En fase de fundición
Valiente Santiago Auserón, que cada poco tiempo se reinventa a sí mismo. Le quiso dar enjundia al rock hispano cuando partía de un grupo que se enamoraba de la moda juvenil, Radio Futura, y lo convirtió en la propuesta más seria, rigurosa y visionaria que el género ha dado en España. Se anticipó, transformado en Juan Perro, a la explosión de soneros cubanos y apadrinó eso que él mismo llamó rock montuno. En su último disco, Cantares de vela, se adentraba en los terrenos del jazz, que nunca le habían sido ajenos del todo. A cada cosa le imprimía su impronta y ahora aspira a convertirse en crooner. No duda para ello en atraer hacia él a los mejores instrumentistas de jazz españoles. "Cinco jockers", como él mismo les presentó en el primer Vía Jazz de Collado Villalba, "para jugar con ventaja en una partida difícil".
La Fábrica de Tonadas
Santiago Auserón (voz), Chano Domínguez (piano), Jorge Pardo (saxos y flauta); Javier Colina (contrabajo), Jordi Bonell (guitarra) y Marc Miralta (batería). I Festival VÍA Jazz: Campo de fútbol municipal de Collado Villalba (Madrid), 3 de julio.
Y esa partida no era otra que mostrar La Fabrica de Tonadas, el nuevo proyecto en el que se han embarcado los seis artistas con una vocación inequívocamente jazzística. Aunque cante algún bolero (Mucho corazón, Cómo fue...), blues (Obstinado en mi error), swing (El pajarito del ala rota, Estrella miseriosa) o haga rap (Paseo con la Negra Flor), la propuesta ("todavía en fase de fundición", como el propio Auserón reconoció) es puro jazz sin ninguna otra concesión. Para eso está ese repóquer de ases, más que comodines, de cuya solvencia e historial nadie puede dudar. Tan apabullante es su pegada, sobre todo el trío Domínguez-Pardo-Colina, que Auserón se parapetó entre ellos y no se arrimó al borde del escenario como a cualquier estrella del pop -él lo fue- se le supone.
Dice Santiago Auserón que ha venido al jazz "no para enseñar, sino a aprender", pero debería sacudirse complejos y aportar al género lo que él sabe: su pasado de artista pop, con sus influencias warholianas, de Bowie o La Velvet y hasta toda su reconversión en padrino del rock montuno, con su veneración hacía los viejos soneros -Beny More, Compay Segundo- incluida. No se consideraría voluntarismo que intentara llevar el público del pop que en tiempos le adoraba a los secretos maravillosos del jazz. Él opta, sin embargo, por mimetizarse, por querer ser el nuevo crooner español sin reparar en que tal vez su nueva aportación sería hacer valer lo que ya puso suyo en la desfrivolización del pop y el rock patrio. Prefiere, y está en su derecho, quedarse a verlas venir, sumiso, ante los cinco monstruos que le acompañaban, músicos impecables y sutiles a los que no cabe un reproche.
Tal actitud es válida, pero si finalmente es la que elige en este sugerente nuevo viaje que ha emprendido con La Fábrica de Tonadas, que se esconda entre la maestría descomunal de su lujoso quinteto, pero que no asuma el papel de protagonista del concierto. Una prueba de ello es que realmente se muestra más cómodo cuando recrean juntos algunas de las piezas del tesoro que hay en el repertorio de Radio Futura (Anabel Lee, Negra Flor..) o hasta de su admirado Serrat (Aquellas pequeñas cosas).
Era la primera vez que La Fábrica de Tonadas abría su puertas al público. Hay materia para soñar que de esa factoría pueden salir noches hermosas, pero en esta primera visita no se puede menos que compartir lo que el propio Auserón dijo al reconocer estar todavía en fase de fundición.
Babelia
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