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Reportaje:

La Politécnica, a 8.000 metros

El grupo de montaña de la universidad valenciana viaja a Pakistán tras sus expediciones al Everest y al Polo Norte

Juan Morenilla

Para David Rosa, Jorge Verdeguer y Endika Urtarán, el frío y la nieve se han convertido en sus habituales compañeros de viaje. Estos tres escaladores, junto a Juan José Haya y Luis Hernández, componen el grupo de montaña de la Universidad Politécnica de Valencia que desde mañana afronta un nuevo reto: la conquista de la cima, situada a 8.125 metros de altura, del Nanga Parbat, en el Valle del Indo, en Pakistán, uno de los ochomiles más complicados que existen.

Para estos expedicionarios, antiguos alumnos de la Politécnica de Valencia o estudiantes en la actualidad, el reto mantiene la dificultad de los ya conseguidos. En 2001 llegaron al techo del planeta, el Everest, por su mítica cara norte, y en 2002 consiguieron situar una bandera de la Politécnica en el Polo Norte geográfico. "Nos gusta mucho variar. Hacer travesías al Ártico, remar, de todo, no sólo la alta montaña", afirma David Rosa, de 29 años, trabajador en el Instituto de Biomecánica de Valencia.

La expedición al Nanga Parbat tiene una duración prevista de 50 días, y su regreso a Valencia se espera para el 17 de agosto, si la nieve y el hielo no retrasan los plazos. "Pakistán es un país poco abierto, que nos ha planteado muchos problemas para pedir permisos. Y el Nanga Parbat es una de las montañas más difíciles que hay, con escalada en hielo y paredes muy verticales, a una altitud de 6.200 metros. Tenemos que afrontar desniveles de hasta el 70%, y con las mochilas cargadas", añade Rosa.

No en vano el Nanga Parbat es conocida como la "montaña asesina", o la "montaña cruel", aunque en pakistaní su nombre significa montaña desnuda. Hasta que el 3 de julio de 1953, hace ahora 50 años, Hermann Buhl se convirtiera en el primer alpinista en coronarla, el Nanga Parbat se cobró más de 30 víctimas en su lucha contra el hombre. Ahora, cuentan los expedicionarios, se accede a la cima por otra ruta, la vertiente del Diamir, más accesible, pero la montaña mantiene un elevado grado de exigencia. Sólo 200 personas en el mundo han conseguido atisbar el paisaje desde lo alto de sus 8.125 metros. Entre ellos Rafa Vidaurre, que formó parte de la primera expedición valenciana que coronó la "montaña asesina" en agosto de 1986. "Estás agotado, hay riesgo y sufrimiento, pero intentamos disfrutar el día a día", afirma otro de los alpinistas que parten mañana, Jorge Verdeguer. "Es una superación personal, una experiencia que dura para siempre. La falta de oxígeno te afecta mucho y eso te hace disfrutar poco de la montaña. Lo vives sobre todo después, en el campamento", añade David Rosa.

Los alpinistas recibieron recientemente el Premio al Mérito Deportivo que concede el Ayuntamiento de Valencia por sus expediciones, y ayer el asesor municipal de deportes, Cristóbal Grau, entregó a los montañeros una senyera para que ondee en la cima del Nanga Parbat en caso de que consigan su objetivo. También los directivos del Valencia Jaime Ortí y Pedro Cortés les entregaron una bandera del Valencia Club de Fútbol con el mismo motivo.

El grupo de montaña de la Politécnica de Valencia surgió hace unos 20 años, pero no fue hasta 1996 cuando las actividades se han hecho más continuadas. Ese año hubo una expedición a Bolivia, y desde entonces la aventura se repite año a año, subvencionados por la misma Universidad y con algunas aportaciones esporádicas de las instituciones públicas. Los alpinistas ultiman estos días su preparación, física y psicológica. "Tienes que conocer muy bien tu organismo, saber cuándo tienes que parar o seguir", explica Verdeguer, "y tener ilusión para enfrentarte a la montaña y superar todas las dificultades. Mucha gente abandona por aburrimiento y desesperación".

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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