Música de cámara
Celso Fonseca se nutre de buenas canciones. De Natural, publicado este año, ofreció algunas tan resultonas como Slow motion bossa nova o Samba torto. Adapta al portugués Que reste-t-il de nos amours, de francés Charles Trénet, y la lleva a la cadencia delicada de la bossa nova. Su trabajo consiste en deslizar esas canciones propias o ajenas por los caminos de la samba. No de aquella explosión percusiva asociada al carnaval de Río, sino de la samba canción que convirtieron en arte Noel Rosa, Ismael Silva o Geraldo Pereira. También cantó Insensatez y Consolação fue su tributo a Baden Powell, el guitarrista que le despertó la pasión por tocar. Celso Fonseca no tiene una gran voz, aunque su timbre resulta muy agradable. Hasta guarda cierto aire a Caetano Veloso. Con la guitarra es otra cosa: el carioca ha tocado con muchos grandes de Brasil. Fonseca invitó a Jorge Drexler a cantar con él.
Celso Fonseca
Celso Fonseca (voz y guitarra), Dudu Trentin (teclados), Carlos Duba (bajo eléctrico) y Alexandre Fonseca (batería). Calle 54. Madrid, 2 de julio.
Hay clubes de jazz en los que, cuando los músicos empiezan a tocar, el silencio es prácticamente absoluto; en otros, se tiende a ese ideal y casi se consigue; en Calle 54, ni por asomo, pese a que por megafonía se ruega respeto al artista y a quienes han venido a escucharle. Quizá porque, actuaciones al margen, Calle 54 se ha convertido en un lugar de moda. A la entrada del local, los nombres de los músicos figuran en el mismo tamaño de letra que la sopa fría de guisantes con menta. No parece de recibo, menos aún si en la programación de julio aparecen Ron Carter, Rosa Passos, Jorge Benjor, Brad Mehldau o Eliane Elias. Ni parece lógico pagar un suplemento de 20 euros si a uno le trae al fresco lo que pase en el escenario.
Babelia
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