Excelentísimo colega
Miguel Ríos recibe en Granada la Medalla de Honor de la Fundación Rodríguez-Acosta
Ya no podrá volver a alardear nunca más de ser un rockero insurgente ni un rebelde antisistema. Como Mick Jagger o Paul McCartney, Miguel Ríos, el eterno enamorado de las causas perdidas y de la voz de los que no tienen voz, es ya un personaje de la realeza granadina. Jagger y McCartney tienen el título de caballeros del Imperio Británico. Desde ayer, Ríos es Medalla de Honor de la Fundación Rodríguez-Acosta, un centro dedicado a las artes de los más prestigiosos de Andalucía. A partir de ayer, Miguel Ríos tiene el tratamiento de Excelentísimo... excelentísimo colega.
"Esto de que te den medallas es el resultado de haber seguido una vieja norma que estableció William Burroughs", decía ayer, poco antes de asistir a un acto en el que iban a estar presentes el poeta Luis García Montero, el periodista Iñaki Gabilondo o el pintor Juan Vida. "Burroughs decía que el secreto del éxito es permanecer siempre en escena. Si te mantienes ahí, siempre acabarás aprendiendo algo".
El cantante granadino, que acaba de instalarse en su ciudad natal, no cree que los homenajes sean un símbolo de vejez o final de etapa, como siempre se teme un buen amigo suyo, el cantaor Enrique Morente. "No", decía con una medio sonrisa, "yo no tengo el miedo que le tiene Enrique. Tampoco tengo su talento. Yo ya quedé marcado cuando recibí la Medalla de Oro de Granada. Que te den una medalla es símbolo de que eres apreciado y querido. Y no es mala forma de sentirte así".
La vuelta a la ciudad le ha sentado bien al rockero granadino. "He estado recuperando a los viejos amigos con el regreso a Granada", explicaba. "Aquí el tiempo tiene otra dimensión y cunde más. Puedes hacer muchas cosas, y eso era algo que yo realmente quería desde hacía tiempo. Es perfectamente compatible vivir aquí y trabajar desde aquí. Todo ha sido muy suave y muy placentero". "En Granada", añadía, "puedes estar por la tarde en un lectura de Paul Auster en la Huerta de San Vicente, y por la noche en el estreno de Juana de Arco en la hoguera en el Festival de Música y Danza. En eso, resulta una ciudad imbatible".
¿Por qué cree Miguel Ríos que están produciéndose esos reconocimientos a los rockeros que eran rebeldes en los años sesenta? No duda en responder: "La gente ha tardado 50 años en darse cuenta de que el rock no era una moda juvenil pasajera. Es una ética, tiene unas costumbres, es otro concepto. El otro día, viendo a esos músicos irrebatibles que son los Rolling Stones, me di cuenta de que no me equivoqué el día en que decidí en Granada que quería ser como Elvis Presley".
Miguel Ríos, que como la inmensa mayoría de los granadinos tiene el apellido de la familia Rodríguez-Acosta como el de mayor resonancia de la ciudad por su riqueza económica, recordó ayer cómo, cuando niño, le pedía algo a su madre, unos zapatos, un balón, ella le replicaba: "¿Es que te crees que somos de la familia Rodríguez-Acosta?". "Y ahora estoy aquí", bromeó. No es la única distinción con que cuenta en su currículum. Ya en 1993 recibió de manos del Rey la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Puede considerarse un caballero de lustre.
El regreso de Ríos a su ciudad natal también está atrayendo a muchos amigos suyos. "Hace unos días", recordaba, "los componentes del grupo Maná hicieron una parada en Granada en medio de su gira. Me los llevé a cenar a la Alhambra y luego nos fuimos al Sacromonte. Como estaban las fiestas del Corpus, apenas había gente. Se quedaron impresionados. No hay día en que no me llamen para decírmelo. Y es que Granada es una ciudad que nunca te deja en mal sitio con nadie. Eso es lo que tiene esta ciudad". Una ciudad que ayer volvió a rendirle homenaje a uno de sus músicos más apasionados. Un viejo rockero que ahora es Excelentísimo.
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