Una candidatura fraguada en apenas unos meses
Joan Laporta meditó seriamente en otoño presentarse a las elecciones y apenas unos meses después la candidatura estaba en marcha. El núcleo duro lo formaron ex miembros del Elefants (Alfons Godall, Albert Vicens, Alfons Castro y Jordi Moix) que no se resignaron a la etiqueta de estar estigmatizados por haber osado a poner en apuros al poder. Quizá fue todo un cúmulo de casualidades pero el círculo concéntrico inicial fue creciendo hasta agrupar a cuatro familias distintas. Jordi Moix, actual directivo, ex elefant, puso en contacto a Laporta con Sandro Rosell, el actual vicepresidente deportivo, hijo de un ex gerente del club, hace apenas unos meses. Aquélla cena abrió el futuro.
Todo fue rápido y la candidatura se fraguó en apenas semanas. Laporta atrajó primero al colectivo denominado Els pinyols (los huesos del fruto, en catalán), gracias a su relación con Toni Rovira, con quien jugó a fútbol en el Sant Andreu. El colectivo, de raiz profundamente catalanista y colaborador en entidades no gubernamentales como Justicia i Pau (Justicia y Paz), había iniciado en otoño la campaña Cinema en català para que Harry Potter se doblara también a esa lengua. Rosell agregó otra familia más a los elefants y a los pinyols: logró fichar a Marc Ingla, ahora vicepresidente del club, socio de la consultora Clusters Consulting, que ha lanzado en el mercado numerosos proyectos de telecomunicaciones. Está casado con la pintora y también miembro de la junta Claudia Vives-Fierro, con quien tiene tres hijos. Ingla es uno de los hombres fuertes junto a su socio Ferran Soriano, vicepresidente económico, cuya holgadísima posición económica le permite tomarse un año sabático. Ha trabajado en Brasil y fue allí escuchó por teléfono toda la final de Wembley. Llamó y un amigo descolgó el aparato y lo colocó ante el televisor. Soriano tiene ante sí la titánica tarea de lograr que el Barça cierre el próximo ejercicio con déficit cero. No le temblará el pulso: han despedido en una semana a Antic, Frank de Boer, Mendieta y Sorín. Y ahora empiezan las rebajas para que todos en el vestuario se recorten el sueldo: Cocu ha sido el primero y Kluivert sólo seguirá si acepta cobrar cuatro millones de euros en lugar de siete. La junta está dispuesta a perder el delantero holandés porque el club no puede soportar su coste neto de 12 millones de euros. Frank Rijkaard, el entrenador, cobrará un millón de euros.
Hay un cambio crucial: las otras juntas no habían comprometido su patrimonio y ésta ha avalado su gestión con 25 millones de euros. Todos rozan la cuarentena, han triunfado en sus trabajos -en su mayoría profesiones liberales-, son profundamente catalanistas y quieren recuperar la filosofía de Johan Cruyff, el ideólogo en la sombra. Los tiempos laicos han llegado al club: una de sus primeras decisiones fue no ofrecer a la Virgen de la Merçé y en la plaza de Sant Jaume las ligas de baloncesto y de hockey. La fiesta se celebró en el Palau.
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