Histerismo
Cada cierto tiempo una catástrofe natural o humana sacude nuestra rutina y nos sumerge en breves, pero intensos debates de actualidad. Un accidente mortal nos enfrenta a la tragedia y tras el histerismo colectivo, las imágenes y una valoración de urgencia, descubrimos la profunda ignorancia que teníamos sobre nuestra realidad. Cada día vivimos más inseguros, a toda velocidad, sin conocer realmente lo ocurrido y olvidándolo todo, como si nada fuera a cambiar.
Tomemos tres recientes sucesos: un avión se estrella provocando 62 muertos y se enciende la alarma sobre la seguridad del tráfico aéreo. Un tren descarrila empotrándose contra un mercancías y produce una veintena de cadáveres debido a un error humano o, quién sabe, por fallos en el sistema de seguridad. Un barco llamado Prestige se hunde frente a las costas del norte y derrama su fuel contaminando la mar.
Sólo entonces nos enteramos que diariamente miles de buques atraviesan nuestros mares transportando millones de toneladas de basura, aunque sólo unos pocos pierdan su carga, es cierto. Que multitud de aeronaves vuelan en precarias condiciones por un abarrotado cielo, aunque sólo se estrelle un insignificante número de éllos. Que endiabladas locomotoras se cruzan a diario sobre estrechas vías de acero... aunque rara vez chocan entre sí, por supuesto.
El Gobierno de turno analiza estos desastres como si de balances económicos se trataran: claro que no hay presupuesto suficiente y las inversiones necesarias llevarían tanto tiempo que sus potenciales votantes nunca llegarían a "agradecer" el esfuerzo por hacer de este mundo un lugar más seguro.
Recurren a la estadística y a la inmediatez más cínica y alarmista hasta lograr nuestro más sangrante olvido. ¿Se acuerdan de aquella guerra contra el sanguinario régimen de Sadam? ¿Recuerdan sus terroríficas armas de destrucción masiva? ¿Sabemos algo más de esas gentes iraquíes... una vez fueron liberadas?
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