Un país de ficción
Ya sabíamos que vivíamos en un país de ficciones, fachada e hipocresía. Sabíamos que bajo el crecimiento, el presunto bienestar y la pujante presencia española en el mundo hay un sistema sanitario al borde del colapso, un sistema educativo en precario, cotas de marginalidad impensables en otros países, millones de economías familiares al borde del abismo. Ahora también sabemos que bajo los formidables proyectos de la alta velocidad se esconde un sistema ferroviario sencillamente tercermundista y que bajo la apariencia de una eficaz presencia española en labores humanitarias en todo el mundo se esconde la más absoluta falta de medios. Pero lo que no sabíamos es que se podía llegar tan lejos: que este país de fachada y gobernantes autocomplacientes está dispuesto a jugar con las mismísimas vidas de sus ciudadanos con tal de seguir adelante con esta gran ficción. Que este país de opereta está dispuesto a pagar cualquier precio con tal de mantener la gran mentira en que parece haberse convertido.
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