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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Noches turbias

J. Ernesto Ayala-Dip

Dieciséis piezas conforman este libro de Cristina Cerrada, un volumen unitario en propuesta estética. Sus argumentos se desenvuelven en un paisaje urbano, y seguramente recordarán por su sintaxis a algunos autores extranjeros. Los editores remiten a Chéjov, Salinger y Carver. En cuanto al autor ruso, es verdad que hay cuentos que recuerdan a su tranche de

vie. Breves, cortados en medio de una peripecia sin pasado ni futuro. Pero me falta aquí su misteriosa melancolía. De Carver hay un tono, ciertos perfiles difusos de algunos personajes del norteamericano. En cuanto a Salinger me falta todo. Con Salinger hay que tener cuidado, no se trata de escribir en castellano como él lo hace en inglés. Con el autor de El guardián en el centeno, hay que compartir algo más que una estética, hay que vislumbrar en el ser humano lo que vislumbró él. Y esto sí que es imposible trasladar. Sinceramente, creo que Cerrada no se propuso eso.

NOCTÁMBULOS

Cristina Cerrada

Lengua de Trapo

Madrid, 2003

155 páginas. 13,50 euros

En este interesante y prometedor libro hay relatos que más bien exprimen cierto minimalismo, común esto a muchos escritores de nuestros días. Escenas en un hotel, La voluntaria, Muertos y Noctámbulos pertenecen a ese minimalismo carveriano. Pero también recuerdan al Hemingway cuentista de la serie de Nick Adams. Hay un cuento en el libro de Cerrada que me atrevería a afirmar como modelo a explorar en libros venideros. Me refiero a La cantera. Alguien es dueño de una cantera. Hay un capataz y la chica del dueño con la que se entiende. Hasta que aparece un muchacho al que se le encomienda una tarea de la que ha retornado desilusionado. Supongo que Cerrada ha leído a Onetti. En ese relato hay algo de la desesperanza y turbiedad moral de su mundo. Pero sobre esta o no probable influencia, lo que importa es la hechura del cuento, una calidad de forma y sentido que no desmerece el resto, pero que sirve para calibrar que Cristina Cerrada tiene madera para ir configurando en el futuro un mundo literario cada vez más propio.

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