El defecto Pimentel
La posibilidad de que Manuel Pimentel regrese a la política ha provocado reacciones muy curiosas. Los medios de comunicación más cercanos al PP han transmitido -o eso me ha parecido- cierta coña al recordar que ésta es la cuarta vez que Pimentel vuelve a la política. Este ir y venir reflejaría -he querido entender- el carácter inmaduro del ex ministro de Trabajo de Aznar, una especie de Peter Pan que parece que no sabe lo que quiere ser cuando sea mayor: columnista, arqueólogo, novelista, hombre de negocios, político... Es curioso. A mí, sin embargo, lo que me parece más atractivo de este personaje es, justamente, esta diversidad de intereses.
No he tenido el gusto de conocer personalmente a Pimentel, aunque tenemos amigas comunes en el mundo editorial y en el de la prensa. Tengo, lo reconozco, bastante admiración por alguien que, en estos tiempos y con la que está cayendo, es capaz de dejar cualquier trabajo -incluyendo el de ministro- por razones morales. Admiro también su capacidad de trabajo: yo sería incapaz de escribir un artículo diario y un libro al año, y eso que no he hecho otra cosa que escribir desde que tenía dieciséis años. Y, además de todo eso, Pimentel da conferencias y, sobre todo, crea empresas. Agobio me da sólo de pensarlo.
Es tristemente significativo que personas como Pimentel sean consideradas excéntricas. La historia está llena de políticos que han hecho algo más que política. Prefiero que sea el lector el que ponga los ejemplos: yo no lo hago porque las comparaciones son realmente odiosas y este artículo podría parecer un panegírico. Nada más lejos de mi intención.
Lo excéntrico, si se mira con perspectiva histórica, es precisamente lo que nos parece normal: políticos que lo son porque no tienen nada más rentable que hacer y sienten pavor a perder su coche con chófer, su sueldo, su despacho, su secretaria y su teléfono móvil si, un día, el líder al que sirven atisba lo que intuye que es una mirada crítica o un racaneo en el elogio. No nos engañemos: esto es lo que hay.
Son malos tiempos éstos en los que la política y el fútbol se han apropiado de un lenguaje castrense que, curiosamente, el Ejército hace tiempo que dejó de hacer suyo. Políticos y entrenadores de fútbol hablan de "cerrar filas" y afirman que, ante unas elecciones, sus "fuerzas" se encuentran en "perfecto estado de revista". Quizá por esto, se me ocurre, nos parece ya normal que un entrenador de fútbol de tercera sea consejero de Nuevas Tecnologías. Así están los tiempos.
Es una pena que la actividad política esté en manos de tácticos y no de estrategas. Si se les deja competir, gran error, en el "cuerpo a cuerpo" -otro reflejo castrense-, ganan siempre los tácticos y son ellos los que imponen las reglas. Nunca olvidaré el desdén con el que un político andaluz -por más señas, del PSOE- se refería a un colega que había abandonado la política para ocupar un cargo, más bien técnico, en Bruselas: en política, venía a decir, hace falta saber dar patadas.
No creo que Pimentel sepa dar patadas, aunque sí parece capaz de cosas más difíciles, como imaginar el futuro. Bienvenido.
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