Ensueño hecho baile

La soleá de Eva Yerbabuena, la soleá del ensueño. Nos parece siempre una suma de las perfecciones, y sin embargo en cada nueva ocasión descubrimos algo más, otro giro que nos sorprende, un quiebro insospechado del cuerpo, una intensidad expresiva sin desmayos. Esto es bailar flamenco. Belleza en permanente acto de creación, y no máquina repetitiva de pasos o recursos aprendidos de memorieta. Esta Yerbabuena es eso y más, seguramente una cumbre sin parangón en su arte. Las bulerías finales, con acompañamiento de guitarras sordas, palmas y el cante esplendoroso de Enrique Soto y Segundo Falcón, fue otro modelo de magia flamenca para registrar en las antologías.

Y José Menese en una sorprendente gran forma, que nos recordó los tiempos en que se precipitaba a tumba abierta en su propio cante para emocionarnos como el cante ya nunca nos emociona. Abriendo los brazos, lanzando la voz hermosa y terrible hacia arriba en los tercios del taranto, de la petenera, de la siguiriya... Con el toque al lado, ejemplar, de Antonio Carrión. Menese es uno de esos cantaores que sabe implicar a la audiencia en lo que hace, incluso con sus silencios, estableciéndose una mutua y gratificante complicidad, que en el concierto que comentamos se hizo evidente con frecuencia en el intercambio de sensaciones con un público entregado desde el principio.

En concierto Niño Josele, en un momento dulce de su carrera. Acaba de sacar disco propio, y en el nuevo de Morente le hace al cantaor unos toques admirables. En Flamenco Pa'Tós estuvo brillante, en una línea casi tradicional, pues sólo se hizo acompañar por el bajo de Alaim y el cajón de Piraña, espléndidos los dos. Y Josele se centró en temas de pura extracción flamenca. Muy bien.