Saviola estrena la nueva era
El delantero argentino clasificó al Barça para la próxima Copa de la UEFA tras liquidar a un voluntarioso Celta
Resoplando, el Barcelona llegó a tiempo de cerrar a última hora un ejercicio lamentable sin hipotecar el próximo. Arruinado como está el club y famélico como se ha quedado el equipo, la participación en la UEFA, ganada anoche ante el Celta, se presenta como un mal menor para una nueva directiva que a decir de la ilusión que genera se ve con ganas de llegar al fin del mundo aun cuando por ahora no puede salir de casa. Desde la autoestima, la entidad azulgrana se propone recuperar un papel de protagonista en el mapa del fútbol, y el equipo no fue ajeno ayer a tal exigencia. El suyo fue un partido tenaz y bien trabajado, futbolísticamente discreto y anímicamente irreprochable, ni que fuera por la amenaza que pendía sobre la plantilla de quedarse sin vacaciones si no tenían otra cosa que ofrecer que la Intertoto.
BARCELONA 2 - CELTA 0
Barcelona: Víctor Valdés; Gabri, Puyol, Frank De Boer, Reiziger; Mendieta, Cocu, Sorín (Motta, m.46); Overmars (Gerard, m.80), Saviola (Dani, m.73) y Kluivert.
Celta: Pinto; Velasco (Jesuli,m.58), Cáceres, Sergio (Silvinho, m.37), Juanfran; Ángel, Luccin, Giovanella, Mostovoi; Edú y Gustavo López (Coira,m.53).
Goles: 1-0. M.6. Sorín remacha de cabeza, tras un testarazo de Kluivert a centro de Saviola.
2-0. M.50. Saviola supera con un toque por encima de Pinto tras una larga acción personal.
Árbitro: Muñiz Fernández. Expulsó con rojas directas a Ángel y Kluivert (m.26).
Camp Nou. 48.557 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del presidente del Athletic Javier Uría.
El Barcelona fue a por el partido sin miramientos, a lo que el Celta respondió con fiereza, pese a que nada le iba en el envite, una vez que ya estaba en la Champions. Antic abrió el campo con Overmars y Sorín, mientras Saviola se dejaba caer por los bordes del área y Kluivert se arremangaba con los centrales al tiempo que se ofrecía a la segunda línea barcelonista. La ofensiva azulgrana resultó imparable para los gallegos pese a que Lotina había llenado su propio campo de futbolistas más físicos y de repliegue que ofensivamente desequilibrantes. Saviola revoloteó mucho y bien, después de recibir de los volantes, y cazó un par de centros interesantes a los que Kluivert respondió como un buen ariete, especialmente en el que supuso el primer gol, muy protestado por la zaga celeste: Kluivert cabeceó al segundo palo y cuando la pelota ya entraba la tocó Sorín en posición más que dudosa.
El Celta se enrabietó con el árbitro y con el Barça, al que le costó recuperar el gobierno de la contienda. Destemplados, los azulgrana se enredaron en jugadas que no llevaban a ningún sitio y cayeron en un intercambio de golpes del que salieron muy mal parado: Ángel la tomó con Frank de Boer y Kluivert se cruzó en el cuadrilátero con las manos abiertas y replicando al futbolista forastero. El árbitro se interpuso y mandó a la caseta a Ángel y Kluivert. Mal negocio para el Barça en una apuesta que ni le iba ni le venía sino que resultó una trampa del Celta.
Perdió llegada el Barcelona, y Pinto vivió un buen rato tranquilo, saboreando el partido que le había regalado Cavallero para que nadie le discutiera el trofeo Zamora. El Celta empujó un poquito más, y Víctor Valdés tuvo que sacar sus brazos y estirar sus piernas. Antic le ha dado confianza y el Barcelona ha dejado de jugar sin retrovisor, de manera que nadie perdió los nervios en el Camp Nou. Tal era la calma que cuando Saviola marcó el segundo gol, el palco todavía estaba a medio llenar porque la gente seguía comentando el traspaso de poderes en el bar.
Ya está acostumbrado el equipo a ir a su bola, sin que nadie diga nada bueno de él, siempre renegando, así que ayer se dio por satisfecho con no aguar la fiesta montada en la grada. Desde el anonimato, Antic supo arreglar la alineación en el descanso con la entrada de Motta, un futbolista más versátil que Sorín. De un robo de balón del italo-brasileño nació el tanto de Saviola, espléndido todo el partido, con o sin Kluivert, solo o acompañado, siempre presente, revoloteando en cada jugada, corriendo detrás de cada pelota, tan feliz e ilusionante como Laporta. El gol serenó el partido, el equipo ejerció de buen administrador como ya ocurrió la semana pasada en Mestalla, y la afición puso en marcha el transistor.
El Celta las pasó canutas. Por más vueltas que le dio, Lotina no cuadró la alineación y el equipo no encontró forma de meterle mano al partido, descaradamente en manos del Barça, que se ejercitó en unas cuantas llegadas preciosas antes de que el árbitro diera por acabada una jornada en que el equipo estuvo generoso con las peticiones de la gent blaugrana, feliz con su nuevo presidente, digno de empezar el mandato con una victoria.
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